27 noviembre 2010

La moda de perderse en el mar

Por Humberto Acciarressi

El tema no ha sido ajeno a esta columna: desde la chica que se hizo autorizar judicialmente para dar la vuelta al mundo en un velero, sola y con apenas catorce años, hasta los que flotaron 25 días en el mar australiano, dentro de una heladera. Y claro, Abby Sunderland, que hace unos meses intentó la "gran Magallanes" y la encontraron de milagro, a la deriva, en el Océano Indico. Ahora la noticia es que hallaron a los tres adolescentes de catorce años, que se habían perdido hace siete semanas y a quienes desde hace rato, ya se los daba como convertidos en alimento de peces.

Durante esos casi dos meses, los chicos sobrevivieron tomando agua dulce de lluvia -e incluso salada en los últimos días- y comieron apenas una gaviota que tuvo la mala idea (para ella, obvio) de posarse en el botecito de los naúfragos. Estos, ni lerdos ni perezosos, le pegaron un manotón al ave y se la manducaron en menos de lo que canta un gallo. Un dato que no es menor: como los familiares ya los consideraban muertos, habían realizado en su honor un funeral simbólico con la presencia de centenares de personas.

Queremos creer que nadie será tan insensible de arrepentirse de haber llorado al divino botón por estos tres jovencitos que se creen -de acuerdo a la nueva moda- que el mar es un parque de diversiones ¿O no vieron Titanic?, o Náufrago, la peor película de la historia del cine. O esa otra en la que una pareja está flotando en el agua toda la película, a merced de los tiburones (eso sólo ya da una idea del bizarrismo de ese film). Lo cierto es que a los adolescentes los salvó un barco atunero. Una moraleja: al fin se descubrió la utilidad de las gaviotas.

(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)