Por Humberto Acciarressi
Tres veces peor que la cocaína y el tabaco, mucho más peligroso que el crack y la heroína, el alcohol (no el de quemar, sino el que viene en botellas para consumo humano) es un verdadero castigo para los bebedores. Pero la cosa no concluye allí. El dañino éxtasis causa un octavo de los daños producidos por las bebidas alcohólicas. Vale decir que cualquier chupandín de bar, bebedor social de restaurante o tranquilo consumidor hogareño, está lidiando con un problema que -sin saberlo- puede dejarlo haciendo señas en cualquier momento. La propia Organización Mundial de la Salud -no un tipo que aprendió medicina en la wikipedia- dice que el alcohol es el tercer riesgo de muerte prematura y de incapacidad en todo el planeta. Y eso que no cuentan el delito y otras variantes socioculturales ligadas a las tropelías más abyectas.
Para no andar con vueltas, el alcohol causa más muertes que las demás sustancias mencionadas. Eso sólo bastaría para ponerlo en el index de lo prohibido, pero goza de un prestigio social que difícilmente pueda ser obviado. Invitar a una dama a tomar una copa de champagne a un restaurante, siempre tendrá más glamour que decirle: "Flaca, nos fumamos un `chino’ en esa vereda y vamos a dormir la mona a la Costanera". Y sin embargo... Ni qué hablar si la invitación a la bebida es un "tetra" de segunda marca en el supermercadito de la vuelta. Allí sí que estás al borde del colapso. Y por esta noticia, andá a brindar con agua.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)