Por Humberto Acciarressi
Hasta hace unos días, se creía que las manchas de los leopardos (machos o hembras, para el caso es lo mismo) , eran una suerte de afrodisíaco natural que atraía a los felinos entre sí. Otros afirmaban que reflejaban el status social de cada uno de los bichos, lo que por cierto no se contradice con lo primero, por aquello de Jacobo Winograd de "billetera mata galán". Ahora, un estudio sostiene que las manchas del leopardo están relacionadas con el lugar donde vive. Cuestión de camuflaje, ¿viste? Quiere decir que cada vez que ibas a encontrarte con alguien del sexo opuesto y llevabas en el bolsillo crayones de colores para la ocasión, estuviste perdiendo el tiempo. A menos que lo que buscaras fuera camuiflarte, lo que no te hace menos ridículo.
De todas maneras tengamos en cuenta que los propios investigadores reconocen que el patrón de los felinos en cuestión es irregular y complejo en los leopardos que hacen vida nocturna o los que pasan más tiempo en los árboles que en el suelo (en este punto, debo confesarlo, yo suelo llamarlos "pajaritos" y en general cantan cuando asoman los primeros rayos de sol). El estudio habla de gatos con cabeza plana, felinos de bahía y otros animalejos de nombres curiosos. Aclara que los tigres lucen rayas verticales y los leones no tienen marcas laterales de las que sentirse orgullosos. Lástima que no agrega que la jirafa tiene el cuello largo, el elefante, trompa, y el alce, cuernos. Por añadir obviedades, digo.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)