Por Humberto Acciarressi
Si estás con una persona que te dice que está enamorada de vos y se queja de un dolor de muelas que no la deja dormir, lamento informarte que tenés para ella menos atractivo que el que existe entre Ricardo Fort y cualquiera de sus novias. Y me atrevo a desilusionarte porque la ciencia -para la que todo sentimiento se calcula con números o estímulos glandulares- acaba de descubrir que el enamoramiento es analgésico. ¿Te duele la cabeza?, ¿se te dislocó el hombro?, ¿te partieron el tobillo en el potrero?, ¿te cayó mal la docena de choripanes que te mandaste?, ¿no podés con la resaca que te dejaron las seis botellas de birra al hilo? Ni se te ocurra tomar una aspirina ni un protector hepático. Enamorate... y a otra cosa, mariposa.
Hay varias cuestiones que deberían aclararse. En caso de dolor, ¿a quién hay que pedirle una receta? Podría ser un médico, pero no habría que descartar a una curandera especialista en gualichos de amor. Y esta receta, ¿debe ser por duplicado? Hay un dato que no podemos dejar de lado: los especialistas indican que han descubierto que si uno vive un intenso romance, siente menos dolor si lo golpean o lo pinchan. Valga una aclaración, no sea cosa que nos comamos un juicio por mala praxis. No sugerimos que una persona le pregunte a otra "¿Estás enamorada de mí", y ante la respuesta afirmativa le clave una aguja para verificar cómo reacciona. No. Ni mucho menos. Pero algo así hicieron los científicos de marras, que buscaron personas que decían estar enamoradas y les apoyaron en el cuerpo una vara caliente. Los doctores Jekyll, Frankenstein y Menguele, unos nenes de pecho al lado de estos monstruos.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)