Por Humberto Acciarressi
En el momento de comenzar a escribir esta columna miro mi reloj. Todo sea por el entusiasmo de asombrarme. Pero lo primero es lo primero. Vamos a los bifes: la Unión Internacional de Comunicaciones informó que se envían 200 mil mensajes de texto por segundo. Unos 17.280.000.000 por día; más de 6 billones por año. Esto habla del entusiasmo por los SMS de los 5300 millones de abonados a celulares que existen actualmente en el planeta. Y si tenemos en cuenta que algunos casi no enviamos (hay pocas actividades más aburridas en mi humilde opinión), debemos concluir que en otros casos se llega a límites de escándalo.
Basta mirar cualquier programa televisivo (y la tendencia va en alza), para horrorizarse de ver a los participantes enviar y recibir mensajes de texto mientras son entrevistados o entrevistan. En los ciclos de chimentos del espectáculo y políticos, esta modalidad se ha extendido con entusiasmo. El papelón en cámara, agravado por la frase inevitable - "No, no es nada, es un amigo"- , da la pauta del horizonte de involución intelectual hacia donde marcha el ser humano. Se dirá que los SMS son de gran utlidad. Y es cierto. Son un gran avance en materia de comunicaciones. También puede decirse lo mismo de la nafta, pero yo conocí a un tipo que se paseaba por la calle, tomando gasolina de un bidón. Ah, me olvidaba, desde que escribí la primera línea de esta columna, se enviaron 240 millones de mensajes en el mundo. El sueño de Ripley.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)
En el momento de comenzar a escribir esta columna miro mi reloj. Todo sea por el entusiasmo de asombrarme. Pero lo primero es lo primero. Vamos a los bifes: la Unión Internacional de Comunicaciones informó que se envían 200 mil mensajes de texto por segundo. Unos 17.280.000.000 por día; más de 6 billones por año. Esto habla del entusiasmo por los SMS de los 5300 millones de abonados a celulares que existen actualmente en el planeta. Y si tenemos en cuenta que algunos casi no enviamos (hay pocas actividades más aburridas en mi humilde opinión), debemos concluir que en otros casos se llega a límites de escándalo.
Basta mirar cualquier programa televisivo (y la tendencia va en alza), para horrorizarse de ver a los participantes enviar y recibir mensajes de texto mientras son entrevistados o entrevistan. En los ciclos de chimentos del espectáculo y políticos, esta modalidad se ha extendido con entusiasmo. El papelón en cámara, agravado por la frase inevitable - "No, no es nada, es un amigo"- , da la pauta del horizonte de involución intelectual hacia donde marcha el ser humano. Se dirá que los SMS son de gran utlidad. Y es cierto. Son un gran avance en materia de comunicaciones. También puede decirse lo mismo de la nafta, pero yo conocí a un tipo que se paseaba por la calle, tomando gasolina de un bidón. Ah, me olvidaba, desde que escribí la primera línea de esta columna, se enviaron 240 millones de mensajes en el mundo. El sueño de Ripley.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)