02 febrero 2009

No eran los ronquidos, sólo eras infeliz


Por Humberto Acciarressi

Decenas, centenares, miles de mujeres, consignan desde hace años en artículos periodísticos y libros de autoyuda, que sus pertinaces insomnios se deben a los ronquidos del marido, a los llantos del bebé, a las preocupaciones económicas, a la delicada salud de la mascota, a las infidelidades del marido de la hermana, al calentamiento global, al tamaño del colchón, a la altura de la almohada, a la existencia de seres extraterrestres. Pues no.

La ciencia, nuevamente, llega con su palabra exacta para precisar que el motivo es otro. "La mujer felizmente casada -dicen en la Universidad de Pittsburg- duerme bien". Si la vida fuera una tira cómica (y a veces lo es), miles de hombres caerían con el "Plop" escrito en un círculo sobre sus cabezas.

Rebobinando: si sos mujer y sufrís insomnio, dejá de tomar pastillas, no te inyectes más sustancias alucinógenas, tirá los libros de Osho, sacá a tu bebé del cono del silencio que le hiciste fabricar, no tomés toda esa leche tibia nocturna que te produce diarreas medievales y dejá de contar ovejas hasta números de seis cifras. La solución es más simple: divorciáte.

Claro: si eso no soluciona tus problemas de sueño, no te precupes. Ya alguien se encargará de investigar varios años para llegar a la conclusión de que, en realidad, tu insomnio se debe a cualquier otra cosa pero que no tiene cura. Por supuesto que tu marido, para entonces, ya va a estar durmiendo con otra insomne que no lee estudios.

(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)