12 febrero 2009

Borges y una polémica ajena

Por Humberto Acciarressi

A las 7.47 de la mañana del 14 de junio de 1986 se puso en marcha la maquinaria que hizo que el más universal de los escritores argentinos fuera, horas más tarde, enterrado en la tumba que lleva el número 735 en el cementerio de los reyes de Plainpalais, en Ginebra. A más de dos décadas de ese acontecimiento inevitable (su muerte), una legisladora propuso la repatriación de sus restos a Buenos Aires, ciudad que amó de la mejor manera que puede hacerlo un escritor: dedicándole poemas, cuentos y ensayos memorables. La polémica ya se instaló.

Es cierto que no hay ningún escrito conocido del autor de El Aleph en donde manifieste su deseo de ser enterrado en Suiza, y también lo es que hay pasajes suyos en los que señala el cementerio de la Recoleta como su escenario final. Pero Borges -y eso lo repitió hasta el cansancio- no creía en la posteridad y su ilusión era disolverse en la nada e incluso no dejar memoria alguna. En ese sentido, se trata de una polémica ajena a él.

Las cenizas de Roberto Arlt fueron esparcidas en el Delta; el destino del cuerpo de Rodolfo Walsh nunca fue revelado por quienes lo secuestraron y asesinaron. La mejor manera de celebrarlos es leer sus obras, no dejar que perezcan por inapetencia intelectual. Y ya que estamos, hoy se cumplen 25 años de la muerte de Julio Cortázar, cuyo cuerpo descansa en el cementerio de Montparnasse junto al de Carol Dunlop, su última esposa. ¿Hay quién crea que por eso es menos argentino?

(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)


Arriba: Tumba de Borges en Ginebra
Abajo: Tumba de Cortázar en Montparnasse