27 abril 2014

Mafalda, a medio siglo, la presencia de la Feria


Por Humberto Acciarressi

En 1962 ocurrieron, en medio de las convulsiones políticas por las que atravesaba el país, dos hechos que entonces pasaron inadvertidos. Un día de ese año, el historietista Joaquín Lavado, "Quino", se metió en un cine de Buenos Aires para ver la película "Dar la cara", dirigida por José Martínez Suárez y basada en la novela homónima de David Viñas. Al dibujante le causó gracia, o mejor dicho le produjo alegría, el nombre de una bebé que aparece en la obra: Mafalda. Por esa época, Miguel Brascó le había encomendado a Quino una historieta para promocionar una marca de electrodomésticos, una suerte de publicidad encubierta.La empresa Mansfield había puesto una condición: en la tira deberían aparecer algunos artículos del hogar y los nombres de los personajes tenían que comenzar con "M". Después de idas y venidas, y del fracaso del emprendimiento comercial, Brascó publicó tres historietas en el suplemento "Gregorio" de Leoplán, hasta que en 1964 -hace cincuenta años- "Mafalda" apareció en Primera Plana gracias a la visión de Julián Delgado, luego director de Mercado y del Cronista Comercial, secuestrado y asesinado por la dictadura militar.

En los comienzos, Mafalda estaba sola con el padre, luego llegó la madre. Al poco tiempo se sumaron Felipe, Manolito, Susanita, su hermanito Guille, Miguelito y Libertad, en ese orden. Ni de lejos esta columna intenta desentrañar -o añadir nada- a los ensayos sociológicos de ese universo real y fantástico de la nena y su entorno, en una década que fue desde la guerra de Vietnam hasta la guerrilla del Che en Bolivia, de la llegada del hombre a la Luna hasta el Flower Power, de la aparición de los Beatles hasta el Boom latinoamericano, pasando por la Revolución Cultural en China, la crisis de los misiles, los asesinatos de los hermanos Kennedy y de Martin Luther King, el Mayo francés, la Primavera de Praga, la Noche de los Bastones Largos, el Cordobazo y el Rosariazo argentinos, y mil cosas más. Si debemos anotar que nada de esto (incluyendo el "mucho más") quedó fuera de la tira que Quino dibujó ceremoniosamente entre 1964 y 1973, cuando le puso fin a la historia.

Aún se recuerda el estupor que causó entre los lectores cuando Mafalda dejó de salir en 1973, es decir cuando Quino se manifestó "cansado de dibujarla". Y no sólo en la Argentina sino en todo el mundo. La nena que odiaba la sopa y sus amiguitos y entorno se habían convertido para esa época en una página obligatoda en revistas y diarios de varios países americanos y europeos. Los planteos de modificar el mundo estaban de moda, aunque eso no explica ni de lejos el éxito de una historieta de un país austral como la Argentina, cuna de los mejores dibujantes y guionistas del planeta en palabras de los estudiosos de la materia. Después de 1973, la fama de Mafalda se hizo enorme. Se la tradujo a más lenguas que muchos clásicos literarios, Umberto Eco confesó "amarla", fue la figura de congresos de todo tipo, incluyendo de las Naciones Unidas. Durante la inauguración de la Feria del Libro, Quino -con 81 años impecables- evocó anécdotas e hizo reflexiones. Y recordó una frase de Ernesto Sábato: "Mafalda fue lo que fue porque tocaba temas profundos del alma humana". Ni más ni menos.

(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)






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