Por
Humberto Acciarressi
Los datos biográficos, la larga ennumeración de su cincuentena de libros, el papel que le cabe con creces en la literatura latinoamericana, están recorriendo en este mismo momento las páginas de los diarios y las redes sociales. Estas, en tal sentido, son más contundentes, ya sea en tinos o desatinos, al carecer de editores. Ya, incluso, comenzaron a recorrer la web esos nuevos carteles negros con la foto de Gabriel García Márquez y una frase, que generalmente pertenece a otro, o peor aún, es inventada por el autor del cartelito (el propio escritor, como Borges años antes con otro poema, tuvo que salir a desmentir ser el autor de un texto titulado "La marioneta", que se le atribuía). Es decir, en diarios y redes sociales se hace todo lo que el García Márquez periodista desaconsejaba. A cualquier lector apasionado del autor de Aracataca le pasará lo mismo: se indignará cuando lea dónde ponen los acentos quienes hacen de los muertos sus trofeos de guerra.
|
Julio Cortázar y Gabriel García Márquez |
Por deber intelectual, antes de sentarme a escribir, leí y pasé de canal en canal por la televisión mundial. Por ejemplo, habría que explicarle a una conductora cotidiana del canal 24 argentino y muy especialmente a Telesur de Venezuela, que partidarios de Chávez se mueren todos los días, pero ese escritor fenomenal que fue (es) Gabriel García Márquez se muere una única vez. O uno les preguntaría si saben si Dante pertenecía a los Blancos o a los Negros de Florencia, o partidario de quien fue Cortázar durante la Guerra Civil Española, o Ezra Pound y Louis Ferdinand Celine durante la Segunda Guerra, o Vladimir Mayakovski en los años de la Revolución Rusa. Si se conoce la obra, lo demás es interesante aunque accesorio. O en todo caso, para ver lo que opinaba entrañablemente el colombiano, ya que de él nos ocupamos, basta leer "El otoño del patriarca", puesto que la literatura es lo que realmente lo expresaba sin condicionamientos. Y que cada uno se haga cargo de cualquier parecido de esa novela con la realidad.
|
Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes,
Gabriel García Márquez y José Donoso |
De lo que se dio en llamar el "Boom latinoamericano" casi sólo quedan las obras, es decir lo importante. Sus precursores - el peruano César Vallejo, el uruguayo Juan Carlos Onetti, el venezolano Arturo Uslar Pietri, el guatemalteco Miguel Angel Asturias, el cubano Alejo Carpentier, el argentino Jorge Luis Borges, el ecuatoriano Jorge Icaza, el mexicano Juan José Arreola, etc- murieron todos. Del núcleo duro del "Boom", García Márquez suma su muerte a la de nuestro compatriota Julio Cortázar, el brasilero Jorge Amado, el chileno José Donoso, el mexicano Carlos Fuentes, el cubano José Lezama Lima, el paraguayo Augusto Roa Bastos. Sólo uno queda vivo: Mario Vargas Llosa. Es decir que hasta el fallecimiento del colombiano, quedaban en pie los entrañables amigos de aquellos años de batallas culturales y los enconados adversarios de la actualidad (según el ex presidente de Colombia Belisario Betancur ahora estaban más calmos) ¿La historia recordará una de las peleas a piñas más famosas de la literatura de hace cuatro décadas o la "Historia de un deicidio", de Vargas Llosa sobre García Márquez, el más estupendo ensayo que un contemporáneo haya escrito jamás sobre otro?
En fin, ahora ha muerto Gabriel García Márquez. Por suerte existe esa estrategia comercial de las editoriales de sacar de sus catálogos hasta la última de las obras de los muertos famosos y volver a ponerlos en primera plana. Las generaciones más recientes desconocen la obra del colombiano (salvo el comienzo de "Cien años de soledad", dije "el comienzo", que todos conocen) y es una buena oportunidad para leer a un autor que como sus maestros William Faulkner y Virginia Woolf, además de su concepto del periodismo como crónica, sabía como pocos lo que significa "contar" una historia. Borges decía que sus colegas profesores de letras no advertían el error de recomendar obras literarias de tal autor. El consejo es válido también para García Márquez. Su maravilloso universo -otra virtud de la literatura por sobre las ciencias políticas- es que se puede acceder por cualquier lado con el mismo resultado.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)