08 abril 2014

El Santo Grial sigue alimentando leyendas


Por Humberto Acciarressi

El Arca de Noé, el misterio de las Pirámides, el tesoro de los Templarios, la existencia del Yeti, el Triángulo de las Bermudas, la Atlántida de la que los sacerdotes egipcios le hablaron a Solón de acuerdo a Platón, las peripecias del chupacabras, las chicas de Fátima, el origen humano en Ganímedes, los extraterrestres del Area 51. En fin, estos son apenas algunos de los temas que han cautivado a los investigadores y a aquellos a quienes la vida se les haría un infierno si no hubieran misterios o confabulaciones para descular. Varios de esos fenómenos están, desde siempre, vinculados a la vida de Jesús. Por ejemplo, el de los pedazos de la cruz, que si todos los que hay desperdigados por el mundo fueran reales, el instrumento de su martirio hubiera sido más grande que la Torre Eiffel. Y ni hablar del Santo Sudario.

Pero desde tiempos lejanos, pasando por las ocho cruzadas que los católicos europeos enviaron durante casi doscientos años sobre Jerusalén y sus alrededores, uno de los grandes misterios ha sido el del Santo Grial, es decir, la copa de la que Jesucristo bebió durante la Ultima Cena, en los prolegómenos de su captura y suplicio. Hay que tener en cuenta que más de un milenio después de la muerte de Cristo, el poeta Chrétien de Troyes, de la corte de Champaña y considerado por algunos como el primer novelista moderno, fue quien mencionó por primera vez la existencia de la copa sagrada en su libro "Perceval, el cuento del Grial"¿Para qué? Desde entonces, Chrétien se convirtió en una especie de sacerdote de una religión -o de varias- que giran en torno del misterioso vaso.

Desde la muerte del poeta hacia fines del 1100, se han escrito centenares de libros sobre el Grial. Unos, sobre su búsqueda; otros, que arrancan en los tiempos de la Ultima Cena. Pero eso no sería nada en comparación, si no existieran decenas de cálices, entre ellos los de la Catedral de Valencia, el del castillo de Montalbán, el de Santa Isabel de Hungría, la Copa de Hierro, el Cuenco de Abaco que se encuentra en el tesoro de la Casa de Habsburgo en Viena, el Sacro Catino de Génova, el Cáliz de Addagh del Museo de Dublin, la Copa de Hawkstone, el Vaso de Nanteos de Gales, el Cáliz de Antioquía, etc. Si Cristo hubiera tomado vino de tantas copas durante la Ultima Cena, habría terminado más borracho que una cuba.

Ahora, acaba de concluir la milésima investigación que afirma que el verdadero Grial es el llamado Cáliz de Doña Urraca. Días atrás, Margarita Torres y José Miguel Ortega presentaron su libro "Los reyes del grial", luego de haber trabajado en el mismo unos tres años. Cuando se les pregunta a qué conclusión pueden arribar, ambos dicen que se trata del Grial "sin ninguna duda". Lo mismo que afirman de los otros los respectivos investigadores. Hay un dato que, sin embargo, no puede pasarse por alto. Torres y Ortega aseguran que “la copa que la comunidad cristiana de Jerusalén en el siglo XI consideraba que era el cáliz de Cristo, se encuentra ubicada en la Basílica de San Isidoro de León” ¿Leíste bien? En el siglo XI, el mismo en el que Chrétien de Troyes lo menciónó por primer vez en su novela medieval.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)