Por Humberto Acciarressi
La crisis energética golpea fuerte en todos lados y los países con mayor déficit son los que peor la pasan. Sin embargo, las medidas que se toman -que son muy pocas, como ya sabés mejor que yo- no alcanzan ni siquiera a mitigar los alcances planetarios del problema. Hasta que de pronto, llega un mago con una galera y saca de ella un conejo. Así sea una burrada, como lo que acaba de proponer el ministro de Medio Ambiente italiano, Corrado Clini.
El funcionario arribó a una conclusión que resolvió compartir con el pueblo, sin miedo a que se le caiga la cara de la vergüenza. En este sentido es un valiente. Tonto y retonto, pero corajudo. Clini señaló que un modo eficiente de ahorrar energía y recursos naturales es lavar la ropa interior cada cuatro días. No andemos con eufemismos: se refiera a los calzoncillos y las bombachas. En un programa de la RAI fue más alla de todo desparpajo y dijo: "Si las partes íntimas están bien limpias, y las mías lo están, la ropa interior puede aguantar cuatro días".
No recuerdo a un funcionario de nada, sea en el país que sea, que haya sido más crudamente asqueroso. Personalmente no lo quiero ni a diez metros de distancia, y no deseo ni pensar en los sufrimientos inconfesables de la esposa del ministro. Lo que resulta más que evidente es que el tipo es sucio por naturaleza y encontró la excusa perfecta para andar repartiendo olores íntimos entre quienes lo rodean.
Como se recuerda, el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez sugería ir de madrugada al baño, con una linterna, para ahorrar electricidad. E incluso daba consejos de cómo bañarse. "La gente canta debajo de la ducha por espacio de media hora. Sin embargo, creo que tres minutos son suficientes, uno para mojarse, otro para enjabonarse y otro para enjuagarse", decía el fallecido líder popular venezolano. De cualquier forma, el desatino del italiano parece más grave, ya que por más que te bañes por tres minutos y sin cantar, la ropa íntima junta olor a podrido igual. La verdad es que todo esto es un verdadero asco.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)