Por Humberto Acciarressi
De un gobierno que siempre se jactó de "ir por todo", cuyos ministros ni acuden a las interpelaciones pedidas por la oposición y no son llamados a declarar en causas judiciales como la masacre ferroviaria de Once, no debería llamar la atención de nadie lo que ahora pretende de la Justicia. Con el núcleo duro del cristinismo en el Ejecutivo, el dominio casi absoluto de las dos cámaras del Parlamento y la negativa de los legisladores kirchneristas a debatir nada de lo "ordenado", era lógico que la presidente fuera por transformar un ya desprestigiado Poder Judicial en una rama del gobierno. Cualquier cadena está incompleta si no tiene todos sus eslabones, y esta reforma no es otra cosa que un eslabón más del sistema hegemónico cuyo objetivo es "ir por todo".
No tan curiosamente, problemas que dada su urgencia preocupan de verdad a la gente -las inundaciones, el destape televisivo de una red de lavado de dinero que convive con la miseria de grandes franjas de la po- blación, las muertes que provoca día a día la corrupción, etc-, no impiden que el oficialismo se dedique a tiempo completo a una reforma contra la cual está todo el sistema judicial, desde jueces hasta administrativos, además de una ciudadanía que ya está harta de ser tomada de punto. Hasta dónde llegará la soberbia y el descaro del oficialismo, que la única modificación que aceptan en los seis proyectos que trata el Congreso, viene del periodista Horacio Verbitsky, uno de los ideólogos del llamado "modelo K" (aunque después no le hagan caso a los abogados del CELS).
En la jornada de hoy, la ciudadanía -de todos los colores políticos, incluyendo kirchneristas díscolos, constitucionalistas, intelectuales, grandes y chicos - se autoconvocaron a la Plaza de Mayo y a las plazas de todo el país, recordando también al imponente 8N, que evidenció la bronca frente a tanta impunidad. El hartazgo por tanta corrupción (cuyo capítulo más fresco es "la ruta del dinero K" denunciada el domingo en el programa de Lanata, más allá de alguna derivación farandulesca en los espacios de la tarde), y los intentos de colonizar a la Justicia, ya han colmado la paciencia de muchos.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)