06 agosto 2011

Un reactor nuclear en la cocina


Por Humberto Acciarressi

Si me dejás reponerme del desmayo que me provocó la risa, comparto la noticia. Porque la misma no admite medias tintas. O llorás, o te morís de risa. Veamos si coincidís. Un sujeto llamado Richard Handl, sueco, desocupado de 31 años, tenía hasta hace un par de días dos hobbys. Uno, consignar todo lo que hacía en un blog. El otro, un poco más demencial, construir en la cocina de su casa... ¡¡¡un reactor nuclear!!! ¿Qué le pasa a la gente? Algunos están muy chiflados. Pero sigamos.

Cuando la policía lo detuvo "por posesión no autorizada de material nuclear", en donde el demente hacía su comida encontró radio, americio, berilio, ácido sulfúrico al 96% y uranio (todo comprado a través de eBay), además de elementos para manipular sus "chiches". De hecho, cuando se lo llevaban, Handl alcanzó a decir que buscaba saber si era posible dividir átomos en su casa. "Siempre he estado interesado en la física y la química", pecisó el asesino en potencia a los policías que lo subían al patrullero.

Lindo chiste para los vecinos de la localidad sueca de Angelholm, que a lo mejor se salvó por muy poco de convertirse en la tercera ciudad devastada por una explosión nuclear, luego de Hiroshima y Nagasaki. Al punto que si le dan al orate los dos años de prisión que le caben por ley, la sacará bastante barata. Sus abogados insisten en que a la hora de la sentencia se debe tener en cuenta que los niveles de radiación detectados en el edificio no eran altos y que el propio Richard tenía un contador Geiger para tomar los registros.

Lo más lindo de esta historia es cómo se enteró la Autoridad de Seguridad para la Radiación de esta actividad que ya llevaba seis meses. El mismo "científico" piantado, aquejado por algunas dudas, escribió un mail al organismo preguntando si lo que hacía era ilegal. A los cinco minutos tenía varios patrulleros en la puerta de su casa. Antes les pidió permiso a sus captores, y lo obtuvo, para escribir unas líneas en su blog. Richard, sin siquiera sentarse, anotó con tristeza y sin vueltas: "Proyecto cancelado".

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)