Por Humberto Acciarressi
Recordás la historia. O deberías. Hace un par de meses, un pingüino antártico, llevado por las corrientes marinas o abducido y luego abandonado por un Objeto Volador No Identificado (OVNI), apareció en Nueva Zelanda, a tres mil kilómetros de su casa. Con un instinto poco animal, lo primero que hizo fue confundir la arena con la nieve, y comió tanta que estuvo al borde de la muerte, con los veterinarios luchando por su vida (incluyendo varias operaciones) y los neozelandeces sin hablar de otra cosa.
Happy Feet -tal el nombre de este pingüino emperador de un año, con el que bautizaron a la criaturita por una película de dibujos animados- se convirtió en poco tiempo en "héroe nacional", lo que habla a las claras de la idiosincracia de Nueva Zelanda. Hasta qué punto habrá trepado su fama, que rodeado de cámaras en un zoológico, llegó a tener más de ciento veinte mil seguidores por internet. Imaginate: es aburrido ver a los integrantes de una casa de Gran Hermano, con sus peleas y sus bizarradas, ni me quiero imaginar lo que es seguir la vida de un pingüino en cautiverio.
Pero, como dice la canción, "todo termina". Y ahora, curado de sus empachos de arena y pedazos de palos y basura de playa, lo vuelven a tirar al agua. El capítulo de ayer (domingo) mostró a centenares de personas en el zoo de la ciudad neozelandesa de Wellington, que se apretujaron para despedir a su héroe. El pingüino, que recibió los mejores cuidados en los últimos dos meses y no fue consultado si quería irse o no, hoy (ayer lunes) será conducido a las heladas regiones antárticas, donde será abandonado a su triste suerte por un buque. Eso sí. Le enchufaron un GPS en el cuerpo para seguir sus movimientos. Que no nos llame la atención si en cualquier momento lo vemos vagando sin rumbo, como un borracho melancólico, por las costas del sur argentino.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)
Recordás la historia. O deberías. Hace un par de meses, un pingüino antártico, llevado por las corrientes marinas o abducido y luego abandonado por un Objeto Volador No Identificado (OVNI), apareció en Nueva Zelanda, a tres mil kilómetros de su casa. Con un instinto poco animal, lo primero que hizo fue confundir la arena con la nieve, y comió tanta que estuvo al borde de la muerte, con los veterinarios luchando por su vida (incluyendo varias operaciones) y los neozelandeces sin hablar de otra cosa.
Happy Feet -tal el nombre de este pingüino emperador de un año, con el que bautizaron a la criaturita por una película de dibujos animados- se convirtió en poco tiempo en "héroe nacional", lo que habla a las claras de la idiosincracia de Nueva Zelanda. Hasta qué punto habrá trepado su fama, que rodeado de cámaras en un zoológico, llegó a tener más de ciento veinte mil seguidores por internet. Imaginate: es aburrido ver a los integrantes de una casa de Gran Hermano, con sus peleas y sus bizarradas, ni me quiero imaginar lo que es seguir la vida de un pingüino en cautiverio.
Pero, como dice la canción, "todo termina". Y ahora, curado de sus empachos de arena y pedazos de palos y basura de playa, lo vuelven a tirar al agua. El capítulo de ayer (domingo) mostró a centenares de personas en el zoo de la ciudad neozelandesa de Wellington, que se apretujaron para despedir a su héroe. El pingüino, que recibió los mejores cuidados en los últimos dos meses y no fue consultado si quería irse o no, hoy (ayer lunes) será conducido a las heladas regiones antárticas, donde será abandonado a su triste suerte por un buque. Eso sí. Le enchufaron un GPS en el cuerpo para seguir sus movimientos. Que no nos llame la atención si en cualquier momento lo vemos vagando sin rumbo, como un borracho melancólico, por las costas del sur argentino.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)