Por Humberto Acciarressi
Empresarios de todo el mundo que se especializan en turismo gay, están tratando de convertir a la Argentina en el mejor destino latinoamericano. De hecho, Buenos Aires ya es considerada internacionalmente como gay friendly, con innumerables sitios de diversión y recreación para el público LGBT (sigla internacional que engloba a lesbianas, gays, bisexuales y trans). Parecemos ser algo así como todo lo contrario al sur más conservador de los EE.UU., donde los chicos nacen con un carnet de la Asociación del Rifle. Con la sancionada ley de matrimonio para personas del mismo sexo, por un lado, y buen marketing por otro, los empresarios del sector confían en un boom turístico.
Tenemos algunas ideas, pero que sean los creativos que cobran quienes piensen en los atractivos para gays que deben destacarse en nuestro país, desde el Obelisco hacia los cuatro puntos cardinales. Eso sí, podríamos sugerir que los tours no incluyeran una visita a la Catedral Metropolitana o a la sede de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas, que sería como meter a alguien con el cuerpo de Homero Simpson, rociado con ketchup, en la jaula del león del zoológico.De cualquier forma, dejando de lado cuestiones económicas derivadas de la industria sin chimeneas y teniendo en cuenta que todos los seres humanos tenemos (o deberíamos tener) los mismos derechos sin ninguna distinción, ¿alguien me explica qué es concretamente el turismo gay? No lo sé. Dejamos la cuestión para un próximo capítulo.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)