Por Humberto Acciarressi
En breve se cumplirán cinco años de su muerte silenciosa, sin estridencias, en su inexpugnable cabaña de New Hampshire. Falleció a los 91 años casi como había vivido: a hurtadillas, de "muerte natural", como si existiera algo que pueda denominarse así. La verdad es que en esa madrugada de enero de 2010, Jerome David Salinger ya hacía cuatro décadas y pico que no publicaba nada. Ese silencio inexpugnable se había roto fugazmente en los comienzos de los años 80, cuando concedió una extraña entrevista. Esta especie de Greta Garbo de la literatura ya había dado una nota a Lacey Fosburgh, del "The New York Times". en 1974. Fue cuando sostuvo eso de "vivo para escribir, pero escribo para mí mismo y mi propia satisfacción. No publicar me reporta una maravillosa sensación de paz. Publicar es una terrible invasión de mi privacidad".
Como era un maniático de no dar señales de vida, llegó a dudarse de su existencia. Se sabía que ese extraño personaje -real o no- había combatido en la Segunda Guerra Mundial y que tuvo un papel activo en el desembarco aliado en Normandía; donde conoció a su efímera esposa Sylvia, funcionaria nazi de la que se enamoró después de detenerla. Publicó algunos relatos y, en 1951, salió de la imprenta "El guardián entre el centeno", la novela que narra las peripecias de Holden Caulfield que lo proyectaría a una fama no deseada pero inevitable. Esta se convirtió en obra de culto de varias generaciones. Tal vez el más famoso de sus lectores haya sido Mark Chapman, el asesino de John Lennon, quien dijo haber cometido el crimen inspirado en el relato. Fue, además, el libro de cabecera de Bill Gates. Y en el medio de ambos, miles y miles de famosos o anónimos lectores.
Siguieron "Nueve cuentos" en 1953, "Franny y Zooey" (el más flojo de todos) en 1961, y "Levantad, carpinteros, la viga maestra y Seymour: una introducción" (un libro con dos relatos editado en 1963 y que previamente había publicado The New Yorker). Después, el silencio. El escritor entabló demandas para detener la publicación de biografías suyas, lo que logró apenas a medias, ya que una de ellas, muy buena, es la de Ian Hamilton. Entre los homenajes recibidos luego de su muerte estuvo el tema "Catcher in the Rye", de Axl Rose, del álbum "Chinese Democracy".
Especialista en levantar muros en torno suyo, no evitó que tres mujeres le quitaran algunos secretos. La primera de ellas, Betty Eppes, le arrancó algunas frases para un entrecortado reportaje. Las otras dos fueron más contundentes y dejaron testimonio en libros. Una fue su ex amante Joyce Maynard. La otra, la más cruel, fue nada menos que su hija Margaret "Peggy" Salinger. Entre las cosas más leves que contó la chica, figura que a su padre le encantaba beber su propia orina, que le pegaba a su esposa y que era hiperadicto a la TV basura. J.P.Salinger aún vivía y no dijo nada.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)