Los vecinos de Nueva Orleans, que despedían el año 1912, se quedaron petrficados cuando vieron al chico negro de ojos pícaros, con una pistola en la mano y disparando a lo loco hacia todos lados. La vida hace unos gambitos extrañísimos. El pibe del arma fue a parar a un reformatorio, donde uno de los guardias, un tal Smith, le enseñó a tocar la trompeta. Aquel negrito pendenciero llamado Louis Armstrong nunca abandonó el instrumento. La leyenda sostiene que nació el 4 de julio de 1900 y algunos biógrafos admiten que fue un invento del músico para hacer coincidir la fecha con el de la Independencia de los Estados Unidos. Eso le permitía asegurar que los cohetes y cañonazos que sonaban ese día eran en honor a él.
Como muchos artistas de su generación, sus primeros contactos con la música se produjeron cuando seguía los cortejos fúnebres de los negros, escuchando los "spirituals" y los quejidos de los deudos. Es imposible reproducir las bandas en las que tocó desde que reemplazó a King Oliver en el grupo de Kid Ory (uno de sus primeros compañeros fue el legendario Buddy Bolden, de cuya corneta se decía que podía resucitar a los muertos). Si algo se puede decir de Satchmo (abreviatura de Satchelmouth: boca de maleta) es que de él aprendieron los más grandes músicos de jazz del siglo, incluso aquellos que lo criticaron por cuestiones más ideológicas que musicales. El propio Miles Davis no tuvo más remedio que reconocer: "Nadie puede tocar en la trompeta algo que Louis no haya tocado antes". Sin embargo, el más grande elogio que recibió Pops vino del sacerdote del "bip bop" Dizzy Gillespie: "En la historia de la música negra ningún individuo ha dominado tan completamente una forma de arte como el maestro Armstrong. De no haber sido por él, nunca habríamos existido".
Si Dios existe, no hay dudas que la trompeta de Satchmo contó con su beneplácito. Y si Dios no existe, Armstrong debe haber sido lo más parecido a él. Si dejaba de tocar se enfermaba, porque repercutía negativamente en su sistema nervioso. Además, su labio superior tenía unas callosidades producidas por la embocadura de la trompeta, que cuando se le agrietaban le provocaban un dolor tremendo. Como no bastaban las pomadas, antes de cada concierto tocaba durante dos horas para castigar sus labios. Dolor más dolor, en su caso provocaba una explosión de alegría. Exuberante, histriónico, de voz áspera y estilo inimitable para tocar su instrumento, Louis murió el 6 de julio de 1971 en su casa en los suburbios de Nueva York, mientras dormía plácidamente a metros de su trompeta. En una ocasión, una mujer le preguntó a "Pops" qué era el jazz. Armstrong tomó su trompeta, respondió "el jazz es esto", y comenzó a sacarle al instrumento un sonido improvisado y quejumbroso más doloroso que la vida misma. No conozco mejor definición que esa.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)