Por Humberto Acciarressi
Los Premios Ig Nobel, traducidos como Anti Nobel, son un invento de una revista de humor científico de los Estados Unidos que comenzaron a entregarse en 1991 como una parodia de los galardones verdaderos, o mejor dicho, de esos de quienes todos hablamos. Estas distinciones risueñas son en ocasiones críticas bien notorias a cuestiones socio-culturales (por ejemplo a las juntas de elaboración de programas educativos de Kansas y Colorado, que están a favor de la teoría del creacionismo y contra el darwinismo), o bien a asuntos que terminan sirviendo más que otros con más fama, como cuando se premió un estudio que reveló que el mosquito que transporta la malaria se siente atraído de igual forma por el queso Limburger y el olor de los pies humanos. Muy sabiamente, a partir de eso, en Africa se comenzó a poner ese tipo de queso en sitios estratégicos para combatir las epidemias de la enfermedad.
Este año, la revelación de los Ig Nobel fue el profesor australiano Colin Raston, quien junto a su equipo inventó el Vortex Fluidic Device, una máquina para "deservir huevos", de acuerdo a la presentación. Los expertos -y obviamente no lo soy- aseguran que se trata de un artefacto que deshace proteínas, entre ellas la que permite que un huevo se haga sólido. Así que ya sabés: si querías un huevo frito y no un huevo duro, lo metés en esta máquina y chau pichi. Hay que recordar que uno de los lemas de estos curiosos galardones es "celebrar lo inusual, honrar lo imaginativo y estimular el interés de todos por la ciencia, la medicina y la tecnología". Otro de los premiados este año fue Patricia Young, titular de un equipo de los Estados Unidos que se adjudicó el Ig Nobel de Física por descubrir que casi todos los mamíferos emplean 21 segundos en vaciar sus vejigas, en lo que titularon "La ley de orinar".
Y no se puede obviar otro de los premios a Karl Grammer y Elisabeth Oberzaucher (de la Universidad de Viena), quienes intentaron calcular si puede ser verdad que el sultán de Marruecos Mulail Ismail engendró -como se dice- 888 hijos entre 1697 y 1727. El resultado fue que "para eso tuvo que tener relaciones todos los días de su vida entre una y dos veces por jornada". Un disparate total. Pero, desde mi punto de vista, nada supera al Ig Nobel del holandés Mark Dingemanse y sus compañeros de tareas, que descubrieron que la palabra/pregunta "¿eh?" se encuentra en todos los idiomas del mundo, aunque reconocen que ignoran el motivo. A ojo de buen cubero te puedo decir que la Argentina, ganadora de cinco Premios Nobel, en este galardón paralelo está en condiciones de anotarse sus buenos porotos.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)