Por Humberto Acciarressi
La Argentina, cuna de grandes historietistas desde fines del siglo XIX hasta la actualidad, tuvo en Lino Palacio -el autor de "Avivato", "Ramona", sus caricaturas políticas con el seudónimo de Flax, etc- uno de sus puntos más destacados. Entre sus muchos personajes hay uno que durante varias generaciones sirvió para definir a un tarambana, para decirlo con una palabra de nuestro viejo lunfardo. Se trata de Don Fulgencio, inspirado en un vendedor de biblias que Palacio - escondido detrás de algún auto u árbol- siempre veía hacer locuras en la esquina de Bolívar y Moreno. En una oportunidad, el dibujante observó que el sujeto iba y volvía, miraba de un lado para otro, y cuando nadie lo vio pateó una piedra que había en la calle. Cuando Palacio dibujó a Don Fulgencio reconoció en su personaje la cara de aquel vendedor de biblias, que pateaba pedazos de ladrillo con gestos de placer, aprovechando que nadie lo miraba.
La tira "Señor Fulgencio (el hombre que no tuvo infancia)" apareció por primera vez en las páginas de La Prensa el domingo 24 de abril de 1938, y mantuvo ese nombre hasta el primero de enero de 1939. Los lectores del día 3 de ese año se desayunaron con que el "Señor" había sido trocado por el "Don" que lo iba a inmortalizar. Con su alma siempre en estado de niñez, el grandulón es una máquina de hacer chiquilinadas, y con él no hay psicólogo que aguante. Pide una sopa de letras y como el mozo lo trata mal, con los fideos le escribe en el plato que es "un zonzo" y sale corriendo. El presidente de la firma donde trabaja le pregunta si ha ocurrido un hecho de importancia y él responde: "Sí. En la otra cuadra se instaló una calesita".
Con su sobrino Sócrates (luego devenido en Tripudio), el sirviente Toribio, el loro Zaratustra (que a veces lo saluda con un "Buen día, barrigón"), Fulgencio se pasa la vida como el niño que no fue -según el slogan- o el chico que fue siempre -que parece ser lo más probable-. El personaje que le dice "tutú" a los autos y "lechita" a la merienda, que habla con Francisco -un muñeco inflable- como si fuera su hermano, o que se asusta hasta el espasmo cuando le gritan "buuuu", y que a veces irrita al lector a límites de pesadilla, fue el preferido de Lino Palacio. No es casual que la única revista que el historietista fundó y dirigió, entre 1945 y 1946, haya tenido por nombre "Don Fulgencio".
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)
DON FULGENCIO EN "EL PASEO DE LA HISTORIETA", EN SAN TELMO |