La Buenos Aires de la década del 30 del siglo XX ya no era la gran aldea sobre la que había escrito Lucio V. López medio siglo antes, pero aún mantenía algunas características barriales que se confundían con los grandes palacios y las avenidas multitudinarias. Se vivían los coletazos de la crisis financiera internacional, los tangos de Discépolo hablaban del Cambalache social, Roberto Arlt convertía sus tristes crónicas periodísticas en magnífica literatura, y los porteños le esquivaban el bulto a las tristezas yendo al cine para ver "Los muchachos de antes no usaban gomina", "Las nuevas aventuras del Gordo y el Flaco" y "La estrellita del Faro", con Shirley Temple, o en los balnearios ribereños aún sin contaminar. Las publicidades de entonces recomendaban "Locao Brilhante", un menjunge contra la calvicie, las canas y la caspa que se vendía en la Franco-Inglesa de Sarmiento y Florida; "Herculina" para "los débiles y faltos de vigor"; "Jarabe de manzanas Gloria", para el buen funcionamiento del intestino de los niños; o "Polvo dentífrico rosado", indicado para eliminar "esas manchas verdes que se forman en la base de los dientes”.
Por aquellos días, la colectividad española era la más numerosa entre las extranjeras, y los escritores ibéricos y franceses eran más conocidos en la Argentina que en sus propias patrias, gracias a que Buenos Aires albergaba lo mejor de la intelectualidad del mundo. Pero algo cambió el sábado 18 de julio de 1936. Los diarios anunciaron que, en el norte de Africa, una guarnición del ejército español se había levantado contra la República. "En Melilla, Marruecos, se produjo un movimiento sedicioso de carácter militar", tituló el diario La Prensa. También se informaba que durante la noche anterior, en el Teatro Colón se había estrenado "La ciudad roja", un drama lírico sobre el bloqueo francés a la Buenos Aires de 1840. También, una chata y una lancha habían chocado frente al Puerto, y la policía había reprimido a los obreros huelguistas de una fábrica de tejidos. La gran liquidación de las tiendas Harrod´s de la calle Florida, y el gran sorteo anual de los cigarrillos "Fantasía" en el Luna Park, dos hechos del día sábado, se llevaron a cabo entre comentarios de lo que pasaba en España.
A partir de entonces y durante tres años, nombres como Teruel, Ebro, Jarama, Guadalajara, Toledo, Madrid, resonarían entre las paredes de los bares porteños, no denotando lugares geográficos sino batallas. Puede decirse que no hubo, en la historia nacional, un acontecimiento internacional que haya concitado más pasión que el fratricidio español. Nuestros intelectuales, actores, artistas plásticos, políticos, cantantes, etc, tomaron bando entre los fascistas comandados por Francisco Franco o los batallones de la República. Miles de argentinos, especialmente los que formaban el núcleo del anarquismo, aquellos que con sus hermanos españoles, polacos, rusos e italianos habían eludido las redadas de la policía de la dictadura de Uriburu, y en el caso de los extranjeros la Ley de Residencia, sacaron sus pasajes sin retorno. Allá, entre el humo de los combates, se consumó el canto del cisne del anarquismo argentino e internacional.
Mientras, en Buenos Aires, los que estaban con los republicanos corrían todas las mañanas y se quedaban largo tiempo frente a las carteleras de los diarios "Crítica", "La Razón o "La Prensa", mientras que los que simpatizaban con Franco se concentraban frente a "La Nación". Al día siguiente del fatídico 18 de julio, los hinchas de San Lorenzo se ilusionaron con el torneo anual de fútbol al conseguir la Copa de Honor derrotando 3 a 2 a Atlanta. Sin embargo, al definirse el campeón del año, el equipo de Boedo cayó derrotado por el ganador de la Copa Campeonato, River Plate, por 4 goles a 2. Los tantos del "millonario" fueron marcados por Adolfo Pedernera y por Renato Cesarini, que llegaba de Chacarita y a quien “la Banda” había incorporado un día antes del inicio de la Guerra Civil Española. En esas jornadas en las que los argentinos comenzaban a sufrir el drama peninsular, nuestro país obtenía el primero de sus Nobel de la Paz, en la persona de Carlos Saavedra Lamas. Paradójicamente, en España comenzaba la masacre que se llevó la vida de un millón de personas y que fue el preámbulo de la otra guerra, la Segunda, para la que Hitler ya se estaba preparando desde tiempo atrás.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)
El períódico español ABC en sus dos versiones. Una para el bando republicano y la otra para el fascista |