29 julio 2015

¿Qué tienen en la cabeza los dictadores como Kim Jong-un?


Por Humberto Acciarressi

Casi nadie en el mundo, salvo él y sus seguidores, duda que Kim Jong-un, el dictador de Corea del Norte, está más loco que una cabra. Pese a eso no hay que caer en el error de pensar que es un idiota. Muy por el contrario, es un loco inteligente. O hace cosas que -desde el punto de vista de la propaganda política- le rinden frutos. Los argentinos conocemos algo de eso. Este gordito peligroso es el tercer mandatario de la dinastía de los Kim, que arrancó en 1948 con su abuelo Kim II-sung y se extendió hasta la muerte de éste en 1994, y prosiguió con Kim Jong-il, el padre del actual, que gobernó entre 1994 y el 2011, cuando falleció misteriosamente durante un viaje en tren. Ahora acaba de protagonizar otra de sus payasadas. Rindió tributo en Pyongyang a su padre y a su abuelo, para conmemorar el fin de la Guerra de Corea, que enfrentó al norte y al sur entre 1950 y 1953

El 27 de julio es considerado en Corea del Norte como el "Día de la victoria", un delirio de magnitud, un "relato" sostenido en el tiempo, ya que aquella larga batalla culminó con un alto el fuego que favoreció a ambas Coreas, nunca se firmó un tratado de paz y técnicamente aún siguen en guerra. Pero los Kim necesitaron inventar el mito de la victoria para perpetuarse en el poder. Cada vez que llega la fecha de marras, el líder norcoreano saca a relucir esa mentira que lleva décadas ( basta señalar que cuando se decretó el alto el fuego en aquel lejano 1953, todo volvió al minuto cero del conflicto, es decir, a la restauración de la frontera en el célebre Paralelo 38).

Pero ésta no es la única noticia que nos llega desde aquellos pagos de la península asiática. Paralelamente a la reinvención constante de la farsa histórica, y en medio de sus delirios nucleares y sangrientas persecuciones a los opositores, Kim mandó a destruir, en todos sus formatos (hay que recordar que internet está prácticamente vedado), la música considerada "peligrosa para la población" por el partido Comunista. Y como en la recordada novela de Bradbury, "Fahrenheit 451", los discos serán quemados. La secretaría de Propaganda y Agitación elaboró un listado de canciones no permitidas y la ciudadanía debe deshacerse de las mismas. El fuego hará el resto. Mientras, el "kimismo" sigue con la tradición de ponerle el nombre de los miembros de la familia a cualquier cosa que inauguran y levantan estatuas de ellos mismos por todo el país. Locos y peligrosos.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)