Si los faroles brillaran, el rostro santo se marchitaría
preso en un octógono de insólita luz,
y todos los muchachos del amor
se cuidarían de perder la gracia.
Los rasgos de sus íntimas tinieblas
están hechos de carne, pero que venga el falso día
y que los labios de ella pierdan sus ajados colores,
que el traje de momia muestre un antiguo pecho.
Me han dicho que piense con el corazón
pero el corazón, como el cerebro, conduce el desamparo;
me han dicho que piense con el latido,
que cambie el ritmo de la acción cuando el latido se acelere
hasta que en un plano se confundan el campo y los tejados
tan rápido me muevo por desafiar al tiempo, el caballero quieto
cuya barba se agita en el viento de Egipto.
He oido el contar de muchos años
y muchos años tendrían que atestiguar un cambio.
La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque
aún no ha tocado el suelo
Dylan Thomas
("Should lanterns shine")
(Traducción de Elizabeth Azcona Cranwell para la edición publicada por Corregidor)