Por Humberto Acciarressi
Hay investigaciones, como lo saben los lectores de esta columna, que no llevarán a sus autores a un premio Nobel. De eso no caben dudas. Sin embargo, con tanta plata que se invierte en ellas, hay que tratar de encontrarles un sentido. Y eso es lo que intentaremos hacer con un descubrimiento que conmociona a los adictos al trabajo y pone de parabienes a los perezosos: consultar las cosas importantes con la almohada es más útil que pasar horas reflexionando concientemente sobre el asunto. Es decir, los dormilones y los fiacas llegan a mejores resultados que los que se exprimen la sesera frente a una pantalla o un tubo de ensayo.
Si este descubrimiento no cambia los paradigmas de una época, no sé qué habrá que inventar. Porque además de incrementar hasta el hartazgo la venta de almohadas -cosa que debería ocurrir a partir de ahora-, los científicos (incluyendo a quiénes realizaron el estudio) tendrían que dejar sus laboratorios e irse a trabajar en sus habitaciones, cómodamente arropados en sus camas, y con la almohada bien dispuesta para compartir las elucubraciones.
Ahora bien: ¿cómo debe ser la almohada?, ¿más o menos mullida?, ¿comprensiva o irritante? Esto es muy importante ya que la naturaleza del adminículo...¿cambia las sabias reflexiones? Tengo una teoría al respecto, pero ahora estoy sentado ante la máquina y no quiero arriesgar nada antes de consultarlo con mi propia almohada. Las cosas, qué joder, se hacen bien o no se hacen.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)
Hay investigaciones, como lo saben los lectores de esta columna, que no llevarán a sus autores a un premio Nobel. De eso no caben dudas. Sin embargo, con tanta plata que se invierte en ellas, hay que tratar de encontrarles un sentido. Y eso es lo que intentaremos hacer con un descubrimiento que conmociona a los adictos al trabajo y pone de parabienes a los perezosos: consultar las cosas importantes con la almohada es más útil que pasar horas reflexionando concientemente sobre el asunto. Es decir, los dormilones y los fiacas llegan a mejores resultados que los que se exprimen la sesera frente a una pantalla o un tubo de ensayo.
Si este descubrimiento no cambia los paradigmas de una época, no sé qué habrá que inventar. Porque además de incrementar hasta el hartazgo la venta de almohadas -cosa que debería ocurrir a partir de ahora-, los científicos (incluyendo a quiénes realizaron el estudio) tendrían que dejar sus laboratorios e irse a trabajar en sus habitaciones, cómodamente arropados en sus camas, y con la almohada bien dispuesta para compartir las elucubraciones.
Ahora bien: ¿cómo debe ser la almohada?, ¿más o menos mullida?, ¿comprensiva o irritante? Esto es muy importante ya que la naturaleza del adminículo...¿cambia las sabias reflexiones? Tengo una teoría al respecto, pero ahora estoy sentado ante la máquina y no quiero arriesgar nada antes de consultarlo con mi propia almohada. Las cosas, qué joder, se hacen bien o no se hacen.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)