Entre los duetos más famosos del cine (de acuerdo a nuestro criterio: el más contundente estéticamente hablando), se encuentra el que conformaron Werner Herzog y Klaus Kinski. Basta nombrar cuatro de las películas que hicieron juntos para verificar este juicio: "Aguirre la ira de Dios","Woyzeck", "Nosferatu" y "Fitzcarraldo". Si cualquiera de los dos, Herzog como director y Kinski como actor, no hubieran hecho nada más, igual figurarían en el podio del cine de todas las épocas. Se sabe que entre ellos existieron tantos roces y peleas que estuvieron a punto de matarse. Y Herzog, como cuenta en el conmovedor documental realizado unos años más tarde de la muerte de Kinski, ocurrida en noviembre de 1991, estuvo más cerca del crimen.
Esa película documental ("Mein Liebster Feind", que puede traducirse como "Mi enemigo íntimo") es una de las más brillantes que puedan haberse realizado sobre un actor. Naturalmente, Herzog da cuenta en ella de la muchas peleas que tuvo con su estrella fetiche, quien -a su vez- en sus memorias llegó a escribir:
"Es un individuo miserable, se me pega como una mosca cojonera, rencoroso, envidioso, apestoso a ambición y codicia, maligno, sádico, traidor, chantajista, cobarde y un farsante de cabeza a los pies. Su supuesto "talento" consiste únicamente en torturar criaturas indefensas y matarlas de cansancio o asesinarlas. Nadie ni nada le interesa, a excepción de su penosa carrera de supuesto cineasta. Impulsado por un ansia patológica de causar sensación, provoca él mismo las más absurdas dificultades y peligros, y pone en juego la seguridad e incluso la vida de otros, sólo para después poder decir que él, Herzog, ha dominado fuerzas aparentemente insuperables".
Y esto es apenas una muestra, como saben quienes han leído esas memorias.
Hay dos tramos del documental que son de antología. En uno, Kinski se pelea con un técnico de filmación con un entusiasmo irracional y una furia realmente enfermiza. Detrás, en silencio (vestido de pantalón blanco y remera del mismo color, con un pañuelo en la frente y bigotes), Herzog sigue entre resignado y divertido la escena. En otro, los indios de la región (aborígenes de verdad, que participaron en la filmaciòn de "Fitzcarraldo") le ofrecen a Herzog matar a Kinski. Y el director confiesa que dudó ante la propuesta. Lo único que espero con esta entrada es despertar en aquellos que no hayan visto las películas mencionadas arriba, que no duden en hacerlo. Y que quienes consigan el documental, lo miren sin atenuantes, ya que es una verdadera joya del género, que cuenta la turbulenta relación entre dos genios.