12 junio 2015

110 años del nacimiento de Jean-Paul Sartre


Por Humberto Acciarressi

Algunas vez escribimos que Jean Paul Sartre sufre póstumamente la desgracia de haber sido un pensador de moda y uno de los filósofos más vendidos en el mundo durante décadas. Desde los años cincuenta hasta los 70 su obra influyó más que cualquier otra sobre las letras y las corrientes subterráneas que conforman la sociedad. En medio de tanta exposición, la moda era estar con Sartre o contra Sartre. Bien leída su obra, cualquiera de las dos posturas fueron una exageración, o por lo menos un malentendido. Murió el 15 de abril de 1980 a los 74 años -había nacido en París el 21 de junio de 1905, hace 110 años- y fueron decenas los artículos que denostaron su obra con un entusiasmo digno de mejores causas. La derecha no le perdonaba nada; la izquierda más o menos, y naturalmente el stalinismo lo odiaba. En el tránsito de la fenomenología al existencialismo, su arribo a los arrabales del marxismo-leninismo, su desengaño del Gulag y sus adhesiones al maoísmo, Sartre cosechó amigos y enemigos.

Nadie, sin embargo, jamás dejó de reconocer algo (en todo caso algunos detractores, pero con timidez) : el autor de "La náusea" fue siempre un intelectual honesto, obsesionado con el pensamiento y con los problemas de su tiempo, y un fervoroso enemigo de lo inauténtico. Esto lo llevó durante la ocupación alemana a participar de la Resistencia francesa, a no afiliarse al partido Comunista francés, a criticar las intervenciones soviéticas a Hungría en 1956 y Checoslovaquia en 1968. O a uno de sus gestos más radicales: la renuncia al Premio Nobel que se le concedió en 1964 por considerar que, aceptarlo, comprometía su integridad de escritor. Por mucho menos, hay quienes regalan su pensamiento a cambio de unas monedas o un lugarcito en oficinas estatales.

Fundamentalmente, Sartre no fue un pensador superficial como sí lo fueron -y aún lo son- muchos de sus críticos. Obras filosóficas como "El ser y la nada" -su tratado más célebre-, piezas teatrales como "Las moscas", su novela "La náusea", la serie inconclusa compuesta por "La edad de la razón", "El aplazamiento" y "La muerte en el alma", sus cuentos, y su tarea al frente de la revista Les Temps Modernes junto a su compañera Simone de Beauvoir, son apenas algunos hechos destacados de ese inacabable movimiento intelectual. La más tremenda tristeza, la angustia, el desamparo que provoca elegir en soledad, la desesperación, la muerte -los temas eternos del hombre- están en la obra de ese personaje feo, bizco y genial que se llamó Jean Paul Sartre. Personalmente entiendo que los que se aferran a la cultura del videíto de moda, los libros de autoayuda o las frases hechas y repetidas hasta el cansancio, no sean devotos de este peso pesado del pensamiento. Demasiado para ciertas cabezas.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)