Por Humberto Acciarressi
El 3 de marzo de 1994, el joven de 21 años Omar Carrasco ingresó para cumplir el servicio militar obligatorio a la guarnición de Zapala, provincia de Neuquén. Tres días más tarde fue declarado "desertor" y, ante las denuncias de la familia desesperada y las demoras de la Justicia, comenzó una investigación que tuvo su clímax cuando fue encontrado el cuerpo del joven, asesinado por los propios militares, lo que puso blanco sobre negro lo que realmente ocurría en la "colimba", término popular que sintetizaba los verbos "correr-limpiar-barrer". Ese hecho trágico marcó hasta tal punto el hastío de la sociedad civil, que el entonces presidente Carlos Menem firmó un decreto dejando sin efecto el servicio militar obligatorio en agosto de ese mismo año. En ese episodio que cambió un paradigma centenario, como en tantos otros, fue vital el papel del periodismo, que acompañó el "basta" de la sociedad, equivalente al "Nunca más" posterior a la dictadura.
El pasado 11 de mayo, en la casa de su novio en la localidad santafecina de Rufino, fue encontrado el cuerpo enterrado de Chiara Páez, una adolescente de 14 años que cursaba un embarazo y -de acuerdo a lo investigado hasta ahora- fue asesinada por este motivo. Antes del crimen de esta adolescente y después, los femicidios en la Argentina se han ido sumando hasta sobrepasar el nivel de tolerancia de una sociedad que observa la forma en que los jueces dejan libres a violadores, golpeadores y asesinos, el grado de morosidad en frenar a tiempo muchos hechos terribles al ignorar la policía y los fiscales las denuncias de las víctimas, o simplemente la impudicia con la cual hay quienes justifican -incluso en los medios masivos- la violencia o culpabilizan a las víctimas. Tal vez no ocurra lo mismo que con el caso Carrasco y el servicio militar obligatorio, pero lo que está claro es que la campaña #NiUnaMenos surgida luego del crimen de Chiara, ha puesto a la sociedad en movimiento. Y lo ha hecho de una manera conmovedora.
Cuando Verónica Camargo, la madre de Chiara, dice que "esta marcha, este compromiso de todo el país, no calma mi dolor, pero me ayuda", quiere decir que en su sufrimiento y en el de tantos (cada 31 horas es asesinada una mujer en la Argentina) es de importancia vital (en el sentido más estricto del término) que este miércoles, a las 17, la convocatoria frente al Congreso de la Nación y en 70 ciudades del país sea lo suficientemente masiva como para visibilizar un drama que demanda políticas y leyes que combatan la violencia de género con toda la dureza y firmeza que se requiere para frenar esta pandemia que es planetaria. Pero para no irnos del plano local, hay que lograr que la autoridad de aplicación de la ley 26.485 (el Consejo Nacional de las Mujeres dependiente del Ministerio de Desarrollo Social) comience a ocuparse de este drama, y que los funcionarios adviertan que detrás de los números hay nombres como los de Chiara, Angeles, Wanda, Lola, Marita, Candela, Melina, Soledad, Lucila, Rocío, Tatiana, Silvia, Florencia, María y muchos más. Es lo menos que podemos exigir.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)