Por Humberto Acciarressi
Ocurre todos los minutos, horas y días de nuestra vida. Las personas, en cualquier barrio porteño, va chocando con sus semejantes sin darse cuenta, mientras marcan teléfonos, mandan mensajes, o chatean y leen el diario en sus celulares y aparatos móviles. Nadie se queja por los empellones, porque todos hacen lo mismo, cada cual está inmerso en su mundo digital, viviendo su second life. Podría aventurarse que casi no hay nada peor para mucha gente que perder el celular (en todas sus variantes y modelos). Las redes sociales, al margen de sus TT diarios, sirven para que los geeks de todo el planeta se cuenten las novedades. Los iPhone son los reyes de la selva de los tiempos modernos. Millones de personas confiesan que se sentirían perdidos sin sus aparatos móviles. Un 75% de ellos reconoce que se acuesta con ellos, que para colmo (de males o de bienes) cada vez hacen más cosas. Ni Philip Dick lo soñó en la época de sus grandes obras.
Que mucha gente está chiflada no es novedad. Recordá - en todo caso- cuando una pareja coreana dejó morir a su hija real por cuidar a una virtual, un avatar llamado Anima. La cosa llega a límites de pesadilla. Los zombies de Resident Evil son un poroto al lado de muchas de las personas con las que uno se tropieza en las callecitas de Buenos Aires, que siguen teniendo ese nosequé. De lejos, los aparatos móviles con sus funciones, ya han superado los sueños más osados de la ciencia ficción. Un alto porcentaje reconoce la adicción, aunque no se especifica qué se hace con ese reconocimiento. Tal vez estemos en los umbrales de un nuevo tiempo: cuando los móviles caminen por la calle con un hombre o una mujer a cuestas.
Y en este universo de muertos-vivos, ajenos a los afanes vengadores de una Milla Jovovich, en los cementerios han decidido poner rejas porque los ladrones roban a los muertos. Se me dirá que los enterrados no tienen bolsillos ni carteras, pero tienen mucha bronce en sus cercanías, y cada vez queda menos del preciado metal. Paradójicamente, los zombies de afuera cuidan a los que descansan -sin ninguna gana de levantarse-. en los camposantos. Personalmente sugiero que cuando se le añada una nueva versión a la saga cinematográfica o a la de los juegos de Resident Evil, el paisaje sea el de la Buenos Aires actual. Aunque pensándolo bien puede llegar a parecer un poco exagerado.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)