MIGUEL DE CERVANTES DIBUJADO POR SALVADOR DALI |
Hasta que Vicente de Ríos demostró, en el siglo XVIII, que Miguel de Cervantes Saavedra había nacido en Alcalá de Henares, durante los primeros días del mes de octubre de 1547, varias ciudades se peleaban por ser su cuna, como muchos siglos antes había ocurrido en Grecia con Homero. Su árbol genealógico, perdido en una montaña de papeles, pone de manifiesto que su padre era un "sangrador", barbero en sus ratos libres, sordo, y, para colmo de males, pobre. De su infancia se sabe poco y nada. No cursó la universidad, era un gran lector de novelas de caballería, y a los 22 años viajó al Vaticano, donde le enseñó español al cardenal Acquaviva, protector de artistas. Caminó las calles de Italia y frecuentó las lecturas de Tasso, Ariosto, Castiglioni, Boyardo y otros. En 1570, poco después de sus andanzas italianas, Cervantes se unió a los tercios españoles bajo las órdenes de Diego de Urbina - un poema de Borges lleva por título precisamente "Un soldado de Urbina" - y de Ponce de León.
Esas cuestiones bélicas lo encontraron el 15 de octubre de 1571 a bordo de la galera "Marquesa", que formaba parte de la Armada de la Santa Liga, que combatía a los otomanos en el golfo de Lepanto. Las naves vaticanas, venecianas y españolas triunfaron, pero Cervantes salió del combate con un brazo convertido en un pedazo de carne sanguinolento. Más tarde, en "El viaje del Parnaso", él mismo escribió: "Bien sé que en la naval, dura palestra, perdiste el movimiento de la mano izquierda para gloria de la diestra". Participó en otros combates; se embarcó con su hermano; y lo tomaron prisionero los berberiscos. Estos lo arrastraron descalzo, harapiento y mal comido por las calles de Argel, y lo tuvieron preso cinco años.
Cuando volvió de ese infierno, en Madrid se hablaba de Lope de Vega -crítico feroz de Cervantes-, Tirso de Molina y Luis de Góngora. El ex soldado y ex cautivo comenzó a redactar "La Galatea", que tuvo cierta repercusión entre los literatos. En diciembre de 1584, después de haber sido traicionado por el amor de su vida - madre de su única hija-, el escritor se casó con Catalina de Palacios Salazar y Vozmediano. Aunque varias obras suyas fueron representadas por esa época, para poder comer se desempeñó en el oficio más odiado de todos los tiempos: recaudador de impuestos. Perdió amigos y ganó enemigos. Hasta que un día de enero de 1605, Cervantes hojeó la primera prueba de un libro que había entregado a la imprenta, dedicado al Duque de Bejar. Y allí leyó sin corregir ni una palabra: "En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme...".
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)