30 noviembre 2012

Twitteradictos bautizan Hashtag a la pobre hija


Por Humberto Acciarressi

Los nombres de los chicos, en ocasiones son un problema... para ellos. En especial en países en los que está permitido ponerles de cualquier manera, como por ejemplo en Uruguay. Nombres de pila como "Furgón de cola", "Uruguay 1 Brasil 0", "Maracanazo" y hasta "Indeseado" son algunas de las perlas que se encuentran en las guías telefónicas orientales. Los nombres prohibidos en la Argentina prueban que los padres locales no son mejores a la hora de elegir: "Perón", "Irigoyen", "Bella Durmiente", "Pie", "Conquista del desierto", "Mano de Dios", fueron algunos de los denegados oportunamente.

Ahora, en la misma ruta de la insensatez, una pareja estadounidense, fanática de Twitter, le acaba de poner a su bebé el nombre de "Hashtag" y de segundo nombre Jamenson. El término popularizado por el microblogging para establecer tendencias puede ser útil entre avatares y nicknames, pero tremendamente pernicioso para una nena. De hecho, ahora ni se dará cuenta, con su inocencia y sus 3,6 kilos, del lío que arman en Twitter los usuarios. Si llega a convertirse en el primer bebé tending tropic ni se enterará, pero con el correr de los años se le vendrá un trauma de aquellos.

No es el primer caso. Una pareja egipcia llamó a su hija recién nacida "Facebook", para celebrar la caída del dictador Hosni Mubarak, y un matrimonio israelí bautizó a su hija como "Like", por el famoso botón del "Face". Precisamente, apenas tres días después del nacimiento de Hashtag, los padres siguieron "divirtiéndose" con el nuevo juguetito y le abrieron una página en Facebook. Metieron una foto de ella y una frase de ocasión. El mal ya estaba consumado.

Cuando comiencen las cargadas, esos mismos padres se preguntarán de dónde proviene el odio de la nena hacia ellos. Y le echaran la culpa a otros chicos, a los maestros, al FMI o a los palestinos de la Franja de Gaza. Jamás se les pasará por la cabeza que, como nuevos Prometeos, ellos habrán sido los creadores de un nuevo Frankestein.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)