14 noviembre 2012

Para ser piloto en China ponete desodorante

Por Humberto Acciarressi

Lo dije, lo repito y lo repetiré: los chinos son raros. La cuarta aerolínea en importancia del gigante asiático, China Hainan Airlines, se encuentra tomando pilotos para los vuelos que se añadirán a sus rutas habituales. Entre los requisitos fundamentales -esos sin los cuales tendrán que volver a cosechar arroz- figuran que mida no menos de 1,88 mts, que hable muy bien el idioma inglés, supongo que conocer bien un avión, y no tener olor a transpiración en las axilas (quiero creer que en ningún lado, pero se habla de las axilas).

Lo cierto es que cuando se van presentando los postulantes, diferentes trabajadores de la aerolínea se dedican a tomarles las distintas pruebas: uno lo mide con un centímetro, otro le parla en inglés, otro lo interroga sobre las diferencias que hay entre el volante de una patineta con el de un avión. El papel más denigrante (las imágenes son asquerosas) es el de quienes tienen que controlar el olor a chivo en las axilas. Son mayoritariamente mujeres, tal vez porque los chinos tengan algún tabú entre los aromas y las damas.

Mientras escribimos estas líneas ya se han anotado noventa candidatos y las trabajadoras han tenido que olerles los sobacos. Se ignora cuántos han sido aprobados hasta el momento, pero a juzgar por las caras de algunas "probadoras de axilas", varios se quedaron en el camino. Una de dos: o se olvidaron de ponerse un buen desodorante o un rato antes se comieron un plato de ajos y lo bajaron con dos jarras de agua. De cualquier manera, un verdadero asco.

Lo curioso es que lo que señala la solicitud es que no importa si el tipo es un asco de sucio, sino que se note. Es decir, el problema es que los pasajeros no sientan olor a chivo. Si el piloto riega el avión con transpiración inolora pero más peligrosa que un arma química, no pasa nada. A lo sumo doscientos muertos. Pero si la compañia pierde un pasajero por el mal olor de uno de sus trabajadores, agarrate Catalina. Cada tanto suelo tener la impresión que el mundo tiene unos valores bastante raros. Por ser generoso.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)