09 mayo 2012

Los falsos twitteros kirchneristas


Por Humberto Acciarressi 

Primero lo primero: para quienes estamos en Twitter desde hace varios años, las operaciones kirchneristas en el microblogging no son novedosas. Todos tenemos en nuestros "Timeline" a varios de estos tuiteros truchos, "bots" de carne y hueso que se ocultan en el avatar (imagen identificatoria) con la cara de otra persona. Y somos seguidos por muchos más. Pero el gran mérito de Lanata es haberlos puesto en evidencia en un medio masivo para millones de televidentes que no saben lo que es Twitter. 

Claro que los logros de Periodismo para Todos no se quedaron en convertirse en un gran catalizador. Fueron  más allá. Minutos después de haber realizado la denuncia, miles de tuiteros de la Argentina y de Latinoamérica hablaban de las truchadas y mencionaban los nombres de Nilda Garré, de Abal Medina, de Boudou, de los militantes ("los militontos", en lenguaje tuitero) de La Cámpora. Hasta los usuarios K que no cobran sueldo se quedaron duros. El golpe los tocó mal. 

Algunos de los 400 mencionados por Lanata (la cifra es mucho más alta) que no estaban de franco, lanzaron un par de TT contra el periodista. Pero en Twitter la gente reacciona de otra forma: sobre la marcha les cambiaron el sentido y el tiro les salió por la culata a los "cristinistas". Juna (no Juan) Cruz Geler o Diego Perelli son apenas dos "truchos". Alfredo Medina (con la cara de Alan García), Fabricio Gómez, Fernando Di Lorenzo, Ana Parafiore, son otros nombres de conocidos -y falsos- "berretas K". 

El monopolio de los medios kirchneristas, sean estatales, de proveedores del Estado (Grupo Electroingeniería), sostenidos por la pauta oficial (Grupo Veintitrés Szpolski-Garfunkel, Grupo Ambito, Grupo Olmos, Grupo Uno, Editorial La Página, Grupo Indalo, Grupo Albavisión, etc) y de ONG, sindicatos y casas de estudio, es el más grande que se recuerda en la Argentina. No les alcanza. Lo que no pueden comprar con nuestra plata lo copan con engaños. Lo de Twitter es apenas un ejemplo. 

(Publicado en la columna "El click del editor" de La Razón, de Buenos Aires)