Por Humberto Acciarressi
Con la rebeldía a flor de piel, melancólico y enciclopédico, fanático de River (creó sobre un mantel de Los Años Locos el símbolo del León que el "millo" tuvo en la camiseta cuando ganó la Intercontinental en Japón, la Libertadores del 86 y varios campeonatos locales), no sólo es el "padre" de Clemente, ese personaje sin manos y con códigos de barrio, que alentaba a tirar papelitos en la cancha cuando la dictadura militar le ordenaba al locutor Muñoz que desalentara esa práctica tan argentina.
El humorista gráfico fallecido fue mucho más. Desde Tía Vicenta hasta Clarín (allí apareció en 1973 Clemente, acompañado por Bartolo), pasando por Fierro y Satiricón tienen la impronta de su genio. Genialidad que, por cierto, no se agotaba allí. El cine, la televisión, los libros: no hubo escenario en el que no descollara. "Caloi en su tinta" hizo conocer a varias generaciones el universo de los cortos de animación. No debe haber mucha gente con sus conocimientos sobre la materia.
Desde hace años se le concede una tardía justicia al humor gráfico, especialmente por el genio de artistas como Caloi, baluarte cultural. Paradójicamente, esa tristeza que él siempre ayudó a combatir hasta en los peores momentos, se ha instalado con su muerte. Creyentes o ateos, no estaría mal que hubiera un cielo en el que esté siendo recibido con miles de papelitos, para bronca de los solemnes, los obsecuentes y, lo más grave, los huérfanos de sentido del humor. Bien a lo reo, como a él le gustaba.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)