08 septiembre 2010

Usain Bolt, rápido y fiestero


Por Humberto Acciarressi

Los libros autobiográficos -pueden ser de memorias reales, inventadas o una mezcla de ambas (hay de todo tipo)-, suelen ser sabrosos, muy sabrosos. En general es conveniente dejar pasar un tiempo para publicarlos (hacerlo a los 20 años suena a exageración), pero algunos ansiosos no pueden esperar. Y si el tipo es Usain Bolt, el más rápido del planeta, puede entenderse. Nada relativo a la velocidad le debe ser ajeno. Sus memorias (obviamente el título se lo puso la editorial) se llaman "Convirtiéndose en el más rápido del mundo". En ellas da cuenta de ciertas peculiaridades que, de estar en la Argentina, podrían llevarlo a sentarse en el jurado de Bailando por un sueño. Una de las frases del libro es típica de ese programa y sus satélites: "Si hubiera medallas por fiestero, las habría ganado todas".

Mientras otros jamaiquinos escuchaban a Bob Marley y se fumaban unas baguettes de marihuana, Bolt no podía salir de noche porque se comía una paliza del padre. Hasta que se mudó solo a Kingston, la capital de Jamaica, y comenzó una fiesta sin interrupciones que duró tres años. "Allí pude hacer todo lo que siempre quise", recuerda Usain, que se bajaba todas las noches dos botellas grandes de cerveza irlandesa, y cuando asomaba el sol se iba a entrenar. Ahora -cuenta- por las noches juega hasta seis horas de dominó. Lo que honestamente no deja de ser un exceso. Y la última, que no figura en sus memorias. Ahora quiere jugar profesionalmente al fútbol. Tipo raro este Bolt.

(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)