Por Humberto Acciarressi
Los amantes del fútbol recuerdan aquel gol de Brasil a Francia en un amistoso jugado en Lyon el 3 de junio de 1997, y que terminó 1 a 1. Roberto Carlos se agacha, acomoda la pelota en un punto equidistante del área grande y el medio campo, a 35 metros del arco. Toma una larga carrera que augura un sablazo de tal magnitud que dos de los cuatro franceses de la barrera se tapan literalmente la cara.
Roberto Carlos le pega con la izquierda y la pelota, que viaja como por un tubo, pasa por la izquierda de la barrera, lo cual no es común en un tiro libre directo. Todo indica que se irá no menos de un metro afuera. Pero casi en el área chica, la pelota hace una ligera aunque decisiva curva, pega en el palo izquierdo del arquero Barthez y se convierte en "el gol que desafió la física", de acuerdo a lo que aún se dice.
Ahora la ciencia pretende que no fue un milagro (o sea eso que tuerce el cauce de lo natural), sino que Roberto Carlos se amparó en esas leyes presuntamente rotas. Lo raro es que el descubrimiento ocurrió en el marco de un ensayo sobre la trayectoria de las balas. Y lo curioso es que los científicos son franceses, de lo que podría deducirse que aún están con la sangre en el ojo por aquel hito futbolístico. Gustav Flaubert escribió que "el frenesí de llegar a una conclusión es la más funesta y estéril de las manías". Y en la línea del pensamiento del autor de Madame Bovary podríamos concluir que ese gol fue mágico, diga lo que diga la ciencia y todos los físicos juntos.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)