Por Humberto Acciarressi
El drama de los mineros chilenos ya tiene, como en los cuentos de Raymond Carver llevados al cine por Robert Altman, algunas historias que se cruzan entre ellas. Y el amor, siempre cercano a la tragedia, aporta lo suyo. Uno de los atrapados le prometió a su esposa casarse por iglesia cuando vea la luz. Una mujer lanzó una admonición terrible cundo le hizo saber a su marido - con quien está casada hace treinta años- que si sigue trabajando de minero, ella se divorcia. Así nomás, sin anestesia. Pero ahora este drama colectivo se matiza con un paso de comedia.
Se trata de la historia de Yonni Barrios, 50 años y minero en su doble acepción. Está con sus compañeros a siete cuadras de la superficie y debe ser el único que no quiere salir. Afuera, a cara de perro, lo esperan su esposa oficial y su amante (que en realidad no sabía que lo era). Este latin lover subterráneo llevaba una doble vida, de la que tendrá que dar explicaciones ni bien ponga un pie en la superficie.
Una de las escenas culminantes se produjo cuando ambas mujeres llegaron casi al mismo tiempo y dijeron, al unísono, ser la mujer de Yonni. El tipo no pudo ni gritar "trágame tierra", pues eso ya había ocurrido. Mientras sus compañeros arrastran sus ansiedades y miedos, Barrios le suma una preocupación no menor. Puede dejarse rescatar y ser despellejado por dos mujeres con una bronca que se acumula con el correr de los días; o convertirse, por el resto de su vida, en un hombre topo.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)