10 septiembre 2014

Ese lugar en donde los pollos se pasean crudos



Por  Humberto Acciarressi

Alguna vez lo escribí y ocasioné un revuelo acompañado -me contaron- por una bronca de Felipe Pigna. El divulgador le había atribuido la frase "el campo es el lugar donde los pollos se pasean crudos" a Julio Cortázar y, más específicamente, la ubicaba en su "Libro de Manuel" (algo inaudito para quien conozca el contenido de esa obra). Para colmo, el cronopio de las letras argentinas, en otro de sus libros, "Un tal Lucas", aclara de quién es el dicho. Pero Pigna no era el primero y ni siquiera será el último. En estos días alguien se la atribuyó a Paulo Coelho, incapaz de un sarcasmo tan inteligente. Ya otros había cargado con el crédito de la frase. Uno de ellos - ¿cuándo no?- fue Gabriel García Márquez, y no sería extraño que alguien se la haya endilgado a Oscar Wilde, quien no hubiera escrito ningún libro si se la hubiese pasado expresando las cosas que dicen que dijo.

Sin embargo nos quedamos con los seguros. El dicho de los "pollos crudos" se lo encajaron a Ramón Gomez de la Serna ("El campo es el horroso lugar donde los pollos se pasean crudos"), a Chesterton (es casi inevitable endilgarle al gran inglés alguna frase), a Jean Anouilh (dicen que un amigo le propuso que lo acompañara al campo y el dramaturgo contestó: "¿Estás loco?, ¿ir a ese horrible lugar donde los pollos se pasean crudos?). Jorge Luis Borges, por su lado, la pone en boca de Macedonio Fernández, lo que no sería raro, ya que el autor de "No todo es vigilia la de los ojos abiertos" era gran lector de quien fue el verdadero autor de la frase. Incluso se la atribuyeron a Gori Muñoz, aquel famoso escenógrafo valenciano que vivió en la Argentina.

La verdad es que la frase le pertenece a Max Jacob, de quien parecen haberla tomado Macedonio y Ramón Gomez de la Serna -no de libros sino en charlas, de acuerdo a los testimonios- , y obviamente Cortázar, gran conocedor de la obra del surrealista galo. Hay que consignar, además, que la pertenencia de la boutade está constatada, entre otros, por Juan Villoro, en su obra "Monterroso: el jardín razonado" (del libro "Efectos personales") . Pero es decididamente el propio Julio Cortázar, que tenía la precisión de la que carecieron los otros, quien define para siempre el tema en "Un tal Lucas", un libro no tan leído como se merece. Y lo hace con estas palabras:

"En este época de retorno desmelenado y turístico a la naturaleza, en que los ciudadanos miran la vida de campo como Rousseau miraba al buen salvaje, me solidarizo más que nunca con: a) Max Jacob, que en respuesta a una invitación para pasar el fin de semana en el campo, dijo entre estupefacto y aterrado: "¿El campo, ese lugar donde los pollos se pasean crudos?"; b) el doctor Johnson, que en mitad de una excursión al parque de Greenwich expresó enérgicamente su preferencia por Fleet Street; c) Baudelaire, que llevó el amor de lo artificial hasta la noción misma del paraiso (...) "

Este párrafo le pertenece al autor de Rayuela, quien se hubiera sentido muy molesto que le atribuyeran algo no escrito o no dicho por él.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)

MAX JACOB