Nacido en Buenos Aires en 1937, con una infancia de privaciones (tuvo que trabajar siendo un chico en un taller textil) y muchos sueños (lo fascinaban la pintura y el cine), Humberto Rivas un día se consiguió una Nikon y se anotó en la Escuela de Bellas Artes. Era un adolescente con los objetivos bien claros. Entre otras cosas, también vendió su bicicleta para comprarse un caballete de pintor. Y tal era su entusiasmo que a los 22 años expuso por primera vez sus fotos en la Galería Galatea y poco más tarde en la Galería Lirolay. Buscó y encontró la amistad de Anatole Saderman, cuya influencia en su obra es notoria. La década del sesenta lo encontró dirigiendo el departamento de fotografía del Instituto Di Tella. Las censuras que llevaron al cierre de este faro cultural le provocaron a Rivas un desgarro interior, que se tradujo en la destrucción voluntaria de todos sus dibujos y pinturas y la determinación de ser únicamente -y nada menos- un fotógrafo.
El cine, la foto publicitaria, el vaivén entre sus magníficos retratos y sus paisajes, lo llevaron a convertirse en uno de los artistas argentinos más destacados. Con el golpe militar de 1976, Humberto Rivas debió optar por el exilio en España, primero en Madrid y más tarde en Barcelona. Allí murió hace cinco años, en el 2009, cuando ya era un fotógrafo con obras en los principales museos y galerías del mundo, y uno de los más grandes retratistas del siglo. En este sentido hay que destacar su admiración cinematográfica por Ingmar Bergman y su célebre iluminador Sven Nykvist (un artista en el tratamiento de la luz), y su estética orientada a descubrir el lado oculto de la persona retratada y una poética del silencio. Hasta el 28 de septiembre, en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930), aquellos que no conocen la magnífica obra de este creador podrán disfrutarla a pleno.
La muestra del CCC contiene una performance, "Desde adentro", y la exposición lleva por título "Humberto Rivas. Antología fotográfica, 1967-2007". Este miércoles a las 18, la viuda de Rivas, María Helguera, narrará aspectos de su colaboración en la iluminación de las imágenes, una de las obsesiones del fotógrafo. La performance se completa con poesías de la propia Helguera, más danza y música de la coreógrafa María de la Vega y el cello de Diana Abate. Y fundamentalmente, en la sala Cronopios pueden verse más de 160 fotos, casi todas de la colección del Archivo Humberto Rivas de Barcelona. Retratos, paisajes urbanos (sin presencia humana), interiores, bodegones, están a la vista de los espectadores de este artista argentino que, en los años de plomo del país, tuvo que optar por el destierro para concluir su obra en tierra europea. Buenos Aires vuelve a tenerlo entre nosotros gracias a esta muestra conjunta del organismo español que guarda sus trabajos y del ministerio de Cultura porteño.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)