Por Humberto Acciarressi
"La sociedad no es una enfermedad, sino un desastre. Es un milagro estúpido que consigamos vivir en ella", escribió en una oportunidad. Y, una frase que está a tono con los tiempos que corren, también precisó: "Me basta (...) escucharle decir `nosotros` con una inflexión de seguridad, invocar a los `otros` y sentirse su intérprete, para que lo considere mi enemigo". Emil Cioran, de cuya muerte se cumplen veinte años, era un ferviente amante de las paradojas. Y fue, además, una víctima de ellas: quería morir a los 14 años y lo hizo a los 84; eligió el camino del "pensar por pensar" y fue víctima del Mal de Alzheimer, que afecta los mecanismos del pensamiento. Haber nacido en la Rumania del inmortal Conde Drácula, es un dato para añadir a quien sostenía que "la idea del suicidio es lo único que hace llevadera la vida"
Ciorán - señaló Fernando Savater - nunca fue un autor de moda. Para colmo, sus compatriotas Eugene Ionesco y Mircea Eliade tuvieron más fama que él, que se declaraba con entusiasmo un marginal del intelecto. En sus últimos años y a pesar suyo (aunque no estoy tan seguro), eran legión quienes iban al Barrio Latino de su Paris adoptivo con la ilusión de toparse con este hombre de cabello blanco y sobretodo gris que disparaba sobre la religión, la filosofía, la escritura y la política. Allí podían codearse con este hombre que mezclaba su condición de metafísico y moralista, se metía con la teología y llevaba el pesimismo nihilista a la cumbre. Porque Cioran fue más allá que Nietzche y Schopenhauer cuando se reivindicó como un anti-filósofo capaz de demoler sus propias ideas.
El optimismo era, para èl, una forma de la hipocresía: la sociedad está maldita y la historia humana es estúpida, incluyendo la Razón salvada de la estupidez por Voltaire. Como Louis-Ferdinand Celine, Ezra Pound y Heidegger, simpatizó durante un tiempo con la nazismo. A diferencia de los otros, con los años denunció estos nacionalismos con "z" como "sectas dementes". Desde el título, sus libros son la expresión de su pensamiento: "Breviario de la podredumbre", "Del inconveniente de haber nacido", "Silogismos de la amargura". Cuando admiradores y detractores se peleaban por encasillarlo en alguna corriente, Ciorán sintetizó que los seres humanos más sabios que había conocido eran las prostitutas frecuentadas en sus años de juventud. En cuanto a Dios, sostuvo que "sería una figura de segunda clase" sin la existencia de Bach, y fue más allá al decir que la música de éste es el "único argumento para no considerar la creación del universo un fracaso total". Como se observa, aún para discutirlo es una figura imprescindible.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)