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21 noviembre 2015
“El hincha”, la melancólica historia de un pobre tipo
Por Humberto Acciarressi
En su libro “La pelota es redonda”, editado en 1946, Américo Barrios hacía la siguiente definición del fanático de fútbol, obviamente argentino: “Un hincha ve perder a su equipo hoy, con cierta amargura. Y deja de cenar. Lo ve perder mañana y se rompe el saco, y deja de dormir una noche. Lo ve perder por tercera vez consecutiva y origina un tumulto en la tribuna. Y corren los bomberos porque está por incendiar el estadio. Y grita como un santo ofendido en su más íntima pureza: ¨Siempre lo dije. Estos dirigentes saben tanto de fútbol como yo de taquigrafía. Hay que terminar con los que están hundiendo al club¨”. Esta psicología es, más o menos, la que se retrata en la película “El hincha”, dirigida por Manuel Moreno y actuada –y además coescrita junto a Julio Porter- por Enrique Santos Discépolo.
Las pasiones de “El Ñato” (interpretado por el gran poeta del tango “Discepolín”) lo llevan a defender a muerte a Ricardo Suárez (en cuya piel se pone el actor Mario Passano), un jugador de cuarta división del club Victoria, que está con un pie en el descenso. Luego de mucho insistir, el "fana" consigue que los dirigentes pongan en el equipo de primera a su futuro cuñado –su novia es interpretada por Diana Maggi-. Gracias a eso y a la performance del pibe en el campo de juego, el equipo se salva de bajar, pero el hincha sufre un shock emocional cuando al goleador lo compra otro club. Para el hincha es lisa y llanamente una traición que lo pone al borde del suicidio. Esta película que es casi un trabajo sociológico sobre el hombre del tablón, tiene una actualidad tremenda a pesar de haber sido filmada a comienzos de la década del cincuenta, incluso cuando la violencia futbolera no había llegado a límites escalofriantes.
Se han escrito muchas cosas sobre el film de Moreno y la actuación de Discépolo. Personalmente leí montones, pero ninguna se acerca a la definición del metalero Ricardo Iorio. El polémico líder del grupo de rock Almafuerte dijo en una oportunidad: “Es la historia de un pobre tipo, de un tarado”. Y eso es cierto. “El Ñato” bien podría haber sido el protagonista de uno de los tangos de Discepolín, o de las narraciones del precursor del existencialismo en la literatura mundial, Roberto Arlt, que aunque dejó crónicas sabrosas sobre el asunto, no quería bien al fútbol. El cine argentino tiene en sus catálogos decenas de películas sobre la pasión por la redonda (ya escribiremos sobre esta cuestión) y “El hincha” es una de las más conocidas. No creo que sea la mejor. Prefiero “El centroforward murió al amanecer” de René Mujica o “Pelota de trapo” de Leopoldo Torres Ríos, pero admito que es una cuestión de gustos.
Entre películas como “El crack”, “Sacachispas”, “Escuela de campeones”, “Con los mismos colores”, “ Goal”, “Los tres berretines”, “El cañonero de Giles” (inspirada en Bernabé Ferreyra, el legendario “Mortero de Rufino” de la delantera de River Plate), “El cura Lorenzo”, “El hijo del crack”, “Pasión dominguera”, “Las barras bravas” y decenas más, varias decididamente malas, “El hincha” es un verdadero ensayo cinematográfico. Además fue sensación en un tiempo en el que el fútbol argentino brillaba, cuando el mundo miraba asombrado las maravillas de “La Máquina” de River que coparon los años cuarenta, el tricampeonato de Racing (1949, 1950 y 1951, éste último año fue el del estreno del film y de la muerte de Discépolo), y nuevamente la nunca igualada racha de River Plate, ganador de los torneos largos de ida y vuelta que duraban los doce meses, en 1952, 1953, 1955, 1956 y 1957 (estos últimos formaron el primero de los tres tricampeonatos del Millonario). Luego vino el desastre del seleccionado nacional en el Mundial de Suecia, pero las características del hincha siguieron siendo las mismas. Y así hasta la actualidad. Tal vez no venga mal, de cuando en cuando, mirarnos en el espejo del arte. Para aprender algo, aunque sea.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)