13 mayo 2015

Todo el mundo en jaque con las lentes de leer sentimientos


Por Humberto Acciarressi

Cada vez que alguien inventa algo -es decir a cada rato- tiendo a buscarle una utilidad inmediata. Los expertos lo llaman ansiedad. Yo lo denomino "actividad cerebral atenta a las bizarradas que nos regala el mundo en una secuencia infinita". Sea como sea, y en virtud de lo señalado, hace unas horas me imaginé este diálogo:

- Yo: Ya no lo podés negar. Estás enamorada de mí.
- Scarlett Johansson: ¿Y vos quién sos?
- Yo: Dale, hacete la tontita. Estás muerta conmigo.
- Scarlett Johansson: ¿Si no te retirás en 15 segundos llamo a la policía?
- Yo: Querida Scarlett, los anteojos no mienten.
- Scarlett Johansson: Pobre loco... (la actriz hace mutis por el foro y por supuesto no la veo nunca más)

Más tarde advertí que había hecho el ridículo, y en lugar de utilizar viejas y probadas tácticas había confiado demasiado en la ciencia, algo que no hago con frecuencia. Sin embargo no creo ser culpable del todo. En cualquier caso, fui más ingenuo de lo que sospechaba. Pero -no me mientas- vos leíste tanto como yo que Microsof está a punto de patentar un sistema de detección de emociones. El mismo, en rigor, se trata de unos anteojos que detectan los sentimientos de aquellas personas que se encuentran en el campo de visión del usuario que los tenga puestos.

Científicamente hablando, el dispositivo analizará la expresión facial de los sujetos que tengas enfrente y, gracias a unos sensores, interpretará los comportamientos de ellos. Como suele ocurrir, ya hay interesados en fabricarlos en serie. Y, para eso, le han solicitado a Microsof que haga algunas modificaciones, con el objeto de observar si hay tristeza detrás de una sonrisa enorme e hipócrita, o alegría alli donde vemos desazón y melancolía. Pero la frutilla del postre no es esa. El plato fuerte es que por medio de una tecnología que naturalmente no se ha dado a conocer, el portador de las gafas sabrá si la otra persona está enamorado de uno, o, en todo caso, si quiere llevar ese encuentro que puede ser fortuito un poco más lejos.

De todo esto hay apenas una cosa que me queda en claro: es todo muy frío y sin poesía. Ideal para vagos sin retorno, pero enemigo de cualquiera para quien la vida es una aventura. Y ni hablar de las tremendas decepciones que puede causarle este asunto de los anteojos a millones de personas que se creen felices, hasta que, con las gafas puestas, el ser querido le dice: "Te amo", mientras está pensando en cómo forma River el domingo o que es más fácil para eliminar a una pareja, si el veneno o empujándolo desde un precipício. De cualquier manera, los anteojos para leer sentimientos y/o emociones, pueden ser ideales para voyeurs. Para cualquier otra cosa, prefiero la hermosa ignorancia de tirarme a una pileta sin saber si hay agua.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)