Hay muchos libros, de todas las épocas y temáticas aunque siempre misteriosos y presuntos guardianes de cuestiones ultrasecretas, que jamás existieron. Existen en la cabeza de chantas de toda laya y en la credulidad de miles de lectores con la cucuza preparada para comprar cualquier buzón que le quieran vender. La Esteganografía del Abad Tritemo, el Manuscrito Voynich de Roger Bacon, quien lo habría escrito en una lengua artificial, la Historia del Mundo del sacerdote babilónico Beroso, que enseñaba "las enseñanzas" de seres galácticos, y varios más. El catálogo no se agota tan fácilmente y ya alguna vez escribimos sobre eso. En general, de acuerdo a las leyendas en torno a ellos, esos títulos acarrearon miseria, destierros, persecuciones y muerte a sus poseedores.
Las circunstancias que rodearon algunas obras, sin embargo, aún deberían ser estudiadas más detenidamente, a la luz de los hallazgos recientes. Pero no creas que aportan demasiado. Sí hay algo que, más allá de toda consideración al respecto, no es ocioso precisar: decenas de títulos con rango de best-sellers que pueblan las librerías de todo el mundo, no son sino la superchería fabricada por los ghost-writers de algunas editoriales. Es increíble pero es así. Lamento comunicártelo. Y muchos de esos volúmenes llevan firmas inventadas o tienen en la portada el insospechado "Anónimo" que suele dar cierta garantía de prestigio, como el Cid Campeador o Las Mil y Una noche.
Todo esto es un desconsuelo para quienes creen haber leído obras fabulosas o suponen que podrán arrancarle algún secreto a libros llegados desde la noche de los tiempos. En ciertas librerías de Buenos Aires, en ediciones que van de las rústicas hasta las lujosamente encuadernadas, se venden ejemplares del Necronomicón. Hay pocos títulos con tanto prestigio y sobre los que se han escrito y dicho tantas cosas. Pues bien, este libro nunca existió. Se trata de un invento de H.P.Lovecraft, quien en una carta en la que no falta el rasgo irónico, le contó la humorada a Jacques Bergier, especialista en las cuestiones que estamos abordando. Pero vaya uno a convencer a quien ya está convencido de lo contrario. Te aseguro que es más difícil que escribir y echar a correr la historia de un libro inexistente.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)