Por Humberto Acciarressi
Sé que muchos se ofenderán, pero Twitter es la mejor de las redes sociales. Puede ser extremadamente frívola o inquietantemente inteligente y sofisticada, pero hay que serlo en 140 caracteres, lo que no es fácil. Los adeptos más "viejos" le encontraron la vuelta para decir con esos cuasi haikus si toman un café o si las paredes del edificio en donde se encuentra el twittero se quiebran en la antesala de una tragedia desaforada. Eso fue lo que ocurrió en Haití, ese país de pobreza inexplicable e historia terrible, en donde algunos favorecidos cuentan con internet.
En el marco del horror inicial, con los servicios de comunicaciones desbaratados, las primeras noticias de la tragedia llegaron por Twitter y las primeras imágenes por Twitpic, el servicio que permite cargar fotos en el microblogging. "Recen por los que están en los barrios de chabolas", decía un mensaje. "Las réplicas continuaron toda la noche", se preocupaba otro. "Vimos cuerpos sacados de los escombros", "El sol se puso poco después del gran terremoto", "... está inquietantemente silencioso". Los twitts se suman y los diarios del mundo abren cuentas Twitter para seguir la información que dan las víctimas. La tragedia en directo; el retwitt que se multiplica como en un dominó de espejos hasta llegar a todo el planeta. "Grupos religiosos cantan en toda la ciudad, toda la noche de oración. Es un sonido hermoso en medio de una horrible tragedia", escribe amargamente un twittero durante la noche más amarga de un país donde todas las noches son amargas.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)