Por Humberto Acciarressi
Ella no es Anne Bancroft, el joven no es Dustin Hoffman, y el escándalo no competirá por los Oscar de la Academia como lo hizo El Graduado allá lejos y hace tiempo. Muy por el contrario, el tremendo frío que hace hoy en Irlanda es bien diferente de ese calor sofocante que se vivía en el film famoso.
Pero la señora Robinson -así también se llama la real, la esposa del premier norirlandés - acaba de protagonizar un escandalete que no tiene nada que envidiarle al de la ficción. A iguales apellidos, historias similares. Iris, de 60 años, hizo valer sus influencias para favorecer a su amante, de 19, en la compra de un café de Belfast. Ahora peligra el cargo de su marido, ella es objeto de chistes, el muchacho puede perder el local, y hasta que a alguien se le ocurra comenzar el rodaje de otra película, seguirán pasando muchas cosas más en torno a este caso.
Sin embargo, en Irlanda parece ser que los amores furtivos de una señora con un joven 40 años menor, son más peligrosos para la integridad del estado que la corrupción para favorecerlo en un negocio. Para colmo, cuando los amantes rompieron, ella -despechada- le pidió al joven que le devolviera la plata. Una ingenua. Mrs Robinson, definida como "una cristiana fundamentalista", no tiene empacho en contar la historia de sus relaciones extramaritales. Quien pierde más, el señor Robinson, casi no habla. Los amigos lo distraen como pueden, con cuestiones políticas y de todo tipo. Pero a ninguno se le ocurre prestarle El Graduado.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)