Por Humberto Acciarressi
Que hace un calor insoportable ya es un dato cotidiano en el marco de este apocalipsis porteño. Humildemente pensamos que el causante de nuestros padecimientos es el inventor de la "sensación térmica". Antes, el calor era "calor", sin demasiadas vueltas. Salvo en el caso de Mersault -el personaje de El extranjero que mata al árabe a causa del sol-, cuando nos decían "hacen 30°", nos tomábamos una cerveza o una coca, nos zambullíamos en una pileta o nos mojábamos la cabeza en una canilla.
Ahora las cosas han cambiado. Si los meteorólogos indican "30°", inmediatamente añaden que la "sensación térmica" es de 45° a la sombra. Y ya nada vuelve a ser como antes. El terror se apodera de los sudorosos ciudadanos, que siempre retienen el número más alto. El dato salta del televisor al taxista, y del taxista a todo el mundo. El pánico cunde. La gente, que se banca los 30°, siente la cercanía de la muerte frente a los 45° de "sensación".
Hace unos años fue el "riesgo país", con todos aterrados con datos que nunca se supo que significaban. Y no me vengan con explicaciones técnicas. Ahora han lanzado una muletilla que está llamada a hacer carrera: el llamado "Alerta naranja" ¿Sabés qué combina? Las altas temperaturas con la mortalidad. Lo anuncian para este fin de semana. ¡Otra que el 2012! Y ya todos hablan de esa fórmula atemorizante. Dicho de otra manera, estamos a horas del pánico global. Es urgente apelar al Plan B: una temporada en la Base Marambio.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)