Por Humberto Acciarressi
Antes que nada, las cartas sobre la mesa. El autor de estas líneas es hincha de River; natural y recíprocamente desea lo peor para Boca; y Martín Palermo lo ha hecho pasar malos momentos. Aclarado el punto vamos a los papeles: o sea, el gol que el domingo le hizo a Vélez, ese cabezazo desde 40 metros que lo pone en las puertas del Guinness. Es cierto que Víctor Zacharski, en marzo del 90, hizo un gol similar, aunque de palomita, jugando en San Martín de Tucumán y nada menos que ante Atlético de la misma provincia. Pero ahora necesitamos más a Palermo que a Zacharski.
Los dos goles de Martín con la camiseta argentina en el partido (de alguna manera hay que llamarlo) frente a Ghana, fueron un alerta para los que creen a medias en Palermo (personalmente siempre lamenté que no jugara en River). En el último encuentro oficial de la Selección Nacional, Maradona lo puso tardíamente, pero eso no impidió que metiera tres cabezazos en el área de Paraguay, uno de los cuales no fue gol porque Schiavi no está para trotes mayores a los cinco metros por hora.
Y ahora es necesario aclarar algo: hacer un gol para el Guinness es pintoresco como anécdota, pero no serviría de nada si Palermo no fuera quien es. Si un jugador llega a los 200 goles sólo en torneos locales, las casualidades -como algunos pretenden -no existen. Si alguien mata a una persona, puede ser un caso de emoción violenta. Si destripa a 200, es un asesino serial. No hay vueltas. Con el futbol pasa lo mismo.
(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)
Los dos goles de Martín con la camiseta argentina en el partido (de alguna manera hay que llamarlo) frente a Ghana, fueron un alerta para los que creen a medias en Palermo (personalmente siempre lamenté que no jugara en River). En el último encuentro oficial de la Selección Nacional, Maradona lo puso tardíamente, pero eso no impidió que metiera tres cabezazos en el área de Paraguay, uno de los cuales no fue gol porque Schiavi no está para trotes mayores a los cinco metros por hora.
Y ahora es necesario aclarar algo: hacer un gol para el Guinness es pintoresco como anécdota, pero no serviría de nada si Palermo no fuera quien es. Si un jugador llega a los 200 goles sólo en torneos locales, las casualidades -como algunos pretenden -no existen. Si alguien mata a una persona, puede ser un caso de emoción violenta. Si destripa a 200, es un asesino serial. No hay vueltas. Con el futbol pasa lo mismo.
(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)