Por Humberto Acciarressi
No vamos a escribir una palabra más sobre las arbitrariedades del Nobel. Tampoco hacer un listado de quienes no lo recibieron con mucho más mérito que algunos ignotos que sí lo hicieron. Ni siquiera recordar que, entre otras aberraciones, lo ganó Winston Churchill por sus "Memorias". Lo que sí hay que apuntar es que, así como antes se premiaba a un comunista un año y a un anticomunista al siguiente, en los últimos tiempos - el comité sueco adhiere a la teoría del fin de las ideologías-, la moda es intercalar un conocido con un desconocido. En el mundo hispanoparlante, aunque ahora saldrán muchos a decir que ya la leyeron, Herta Müller es escasamente conocida, sin que esto implique juicio alguno de valor (personalmente no leí nada de ella, y si lo hice -cosa improbable- lo olvidé rápidamente).
Para que se tenga una idea, en las librerías de Madrid -según encuesta de La Vanguardia- no hay rastros de ella. La "económicamente-casi-inaccesible" Siruela publicó hace unos años "En tierras bajas" y "El hombre es un gran faisán en el mundo", pero ya no quedan ejemplares ni en las distribuidoras. Con "La piel del zorro" (Plaza y Janés) y "La bestia del corazón (Mondadori) pasa otro tanto. Buenos Aires -dónde es casi imposible no encontrar un libro y es considerada entre las capitales con más oferta literaria- no es la excepción. Libreros de la babélica calle Corrientes lo confirman al autor de estas líneas. ¿Qué significa esto? Nada. Simplemente constatar un hecho. Ya sucedió (muy afortunadamente en varias oportunidades) y seguirá ocurriendo. El Nobel de Literatura sigue siendo una caja de sorpresas.
(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)
No vamos a escribir una palabra más sobre las arbitrariedades del Nobel. Tampoco hacer un listado de quienes no lo recibieron con mucho más mérito que algunos ignotos que sí lo hicieron. Ni siquiera recordar que, entre otras aberraciones, lo ganó Winston Churchill por sus "Memorias". Lo que sí hay que apuntar es que, así como antes se premiaba a un comunista un año y a un anticomunista al siguiente, en los últimos tiempos - el comité sueco adhiere a la teoría del fin de las ideologías-, la moda es intercalar un conocido con un desconocido. En el mundo hispanoparlante, aunque ahora saldrán muchos a decir que ya la leyeron, Herta Müller es escasamente conocida, sin que esto implique juicio alguno de valor (personalmente no leí nada de ella, y si lo hice -cosa improbable- lo olvidé rápidamente).
Para que se tenga una idea, en las librerías de Madrid -según encuesta de La Vanguardia- no hay rastros de ella. La "económicamente-casi-inaccesible" Siruela publicó hace unos años "En tierras bajas" y "El hombre es un gran faisán en el mundo", pero ya no quedan ejemplares ni en las distribuidoras. Con "La piel del zorro" (Plaza y Janés) y "La bestia del corazón (Mondadori) pasa otro tanto. Buenos Aires -dónde es casi imposible no encontrar un libro y es considerada entre las capitales con más oferta literaria- no es la excepción. Libreros de la babélica calle Corrientes lo confirman al autor de estas líneas. ¿Qué significa esto? Nada. Simplemente constatar un hecho. Ya sucedió (muy afortunadamente en varias oportunidades) y seguirá ocurriendo. El Nobel de Literatura sigue siendo una caja de sorpresas.
(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)