Por Humberto Acciarressi
Con los primeros calores han vuelto a aparecer los mosquitos, una de las plagas más odiadas por la humanidad, uno de los insectos más detestables que se regodean en este planeta poblado de cosas repugnantes. Han retornado con su odiosa forma de zumbarte en los oídos (ese sonido mortal -antesala de la picadura- suele ser más terrible que el mismo aguijón); han vuelto a rondarte como psicópatas con sus aleteos endiablados; y finalmente para hincarte el diente hasta la aparición de la roncha que te deja el recuerdo indeleble de la bestia. Nadie (¡¡¡nadie!!!) en su sano juicio no odia a los mosquitos.
Hace unos días, aunque para algunos fue exagerado, un argentino propuso el cultivo de plantas carnívoras como un "método natural" para prevenir una pandemia de dengue. El sujeto de marras sostiene que nada mejor que llenar la casa de vegetales voraces de las especies "Droseras capensis", "Binata", "Capensis alba", "Aliciae" y "Spatulata", ya que rotunda y llanamente se morfan a los mosquitos y a cualquier sujetito volante de malas intenciones que se pose en ellas. No aclaró si pueden hacer lo mismo con mascotas o seres humanos. Diálogo posible: "Querida, te doy dos noticias. Primero la mala: el ficus se comió al nene. La buena es que ya no hay más mosquitos". Ocurre que el hecho no puede obviarse: estos insectos han vuelto a torturarnos: malditos bastardos. Los dinosaurios podrán desaparecer, pero ellos no. Y ante eso tenemos el legítimo derecho a defendernos.
(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)
Gracias a Diana Pazos, amiga y compañera de Clarín Viajes, que me pasó el dato del sujeto que propuso el delirio de combatir los mosquitos con plantas carnívoras. Menos mal que nadie mencionó el concepto "bomba atómica". Este mundo se va irremediablemente al carajo. No hay vuelta que darle, che.