Por Humberto Acciarressi
¿Tu equipo de futbol no levanta cabeza?, ¿la inflación sube a una escala inversamente proporcional a tu estado financiero?, ¿el hamster que tenías desde los tiempos de la escuela dejó de respirar y no estuviste allí para sostenerle la patita?, ¿tu novio/a intelectual te dejó por la persona que se disfraza de empanada en la esquina de Santa Fe y Pueyrredón? Evidentemente, tenés motivos para estar deprimido. Pero si encima de bajoneado tenés la autoestima de Kafka y te sentís menos valorado que un cerdo sonrosado y rebosante en una charla de Cormillot, quiere decir que flirteaste con un compañero en el trabajo, contaste o te reiste de chistes verdes en el ámbito laboral, o hablaste de sexo con otro trabajador.
Efectivamente, un estudio publicado en el Journal of Applied Psychology, de Canadá, afirma que quienes se refieren a cuestiones sexuales -seriamente o en chiste- en el trabajo, tienen mayor índice de faltas y sufren severas depresiones. Habría que aclarar que el universo consultado pertenece a universidades de Toronto, aunque de ello se extraen conclusiones universales. El estudio demandó dos años y demostró, fundamentalmente, que "hablar de sexo no fortalece los lazos afectivos". De practicarlo no dice nada. Algo que recomiendan los expertos es tratar el "problema" con terapia. Pero si vas al psicólogo, no empieces a contar tu historia con esta frase: "Licenciado, ¿conoce el del prostíbulo que tiene una muerta en el subsuelo?".
(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)