Por Humberto Acciarressi
La Biblioteca de Alejandría, que ya funcionaba unos siglos antes de nuestra era, llegó a tener casi un millón de libros y documentos. Un conmovedor y desorbitado monumento al saber del mundo antiguo, si se considera que aún faltaban centurias para el comienzo de la Galaxia Gutemberg. Su destrucción fue una de las tragedias culturales de la historia. Apenas un dato: del centenar y medio de obras de Sófocles, apenas sobrevivieron las siete que se conocen. Por los cronistas sabemos de libros y autores que desaparecieron con la destrucción de la biblioteca, que no ocurrió en un solo día.
Ahora, el 21 de este mes, la Unesco dejará inaugurada la Biblioteca Digital Mundial, una página web donde los investigadores y los curiosos tendrán acceso, en varios idiomas, a materiales únicos, desde manuscritos hasta filmes, pertenecientes a archivos y reservorios del planeta. Antes, un lugar físico; ahora, uno virtual. Hay, sin embargo, una diferencia que no es menor. En aquella cultivada antigüedad, el saber era para pocos (basta recordar las charlas de Solón con los sabios egipcios relatadas por Platón). Ahora, en la red de redes, en tiempos de Google y la Wikipedia, la biblioteca de la Unesco estará a disposición de todos. Y viene bien para amortiguar la inevitable y divertida frivolidad de las redes sociales.
(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)
La Biblioteca de Alejandría, que ya funcionaba unos siglos antes de nuestra era, llegó a tener casi un millón de libros y documentos. Un conmovedor y desorbitado monumento al saber del mundo antiguo, si se considera que aún faltaban centurias para el comienzo de la Galaxia Gutemberg. Su destrucción fue una de las tragedias culturales de la historia. Apenas un dato: del centenar y medio de obras de Sófocles, apenas sobrevivieron las siete que se conocen. Por los cronistas sabemos de libros y autores que desaparecieron con la destrucción de la biblioteca, que no ocurrió en un solo día.
Ahora, el 21 de este mes, la Unesco dejará inaugurada la Biblioteca Digital Mundial, una página web donde los investigadores y los curiosos tendrán acceso, en varios idiomas, a materiales únicos, desde manuscritos hasta filmes, pertenecientes a archivos y reservorios del planeta. Antes, un lugar físico; ahora, uno virtual. Hay, sin embargo, una diferencia que no es menor. En aquella cultivada antigüedad, el saber era para pocos (basta recordar las charlas de Solón con los sabios egipcios relatadas por Platón). Ahora, en la red de redes, en tiempos de Google y la Wikipedia, la biblioteca de la Unesco estará a disposición de todos. Y viene bien para amortiguar la inevitable y divertida frivolidad de las redes sociales.
(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)