Los datos de su vida, a pesar de su muerte temprana, no son fáciles de resumir. Fue tan intensa, prolífica y aventurera, que Manuel Puig bien podría ser un personaje de cualquiera de sus novelas o de esas películas que devoraba con un entusiasmo conmovedor. Nació en el bonaerense pueblo de General Villegas, el 28 de diciembre de 1932, rodeado de gente que décadas después abjuraría del hijo pródigo de aquel pago. Luego de años de estudio en Buenos Aires, en 1956 viajó a Roma con una beca para estudiar dirección en el Centro Sperimentale di Cinematografía.
En Londres y Estocolmo enseñó español e italiano, ganó unos pesos como lavacopas y conoció gente.En la aventura del cine, fue asistente de dirección de René Clement y Vittorio de Sica. Luego dejó el oficio por el de guionista, y el de guionista por el de narrador. De hecho, "La traición de Rita Hayworth" fue guión antes que novela. En una sucesión de viajes y estadías por Europa y Estados Unidos, alternada con visitas a Buenos Aires, publicó "Boquitas pintadas" y "Buenos Aires affair". Fue por esos años - fines de los 60, comienzos de los 70- que se gestó lo que podría llamarse "la paradoja Puig".
Manuel Puig fue uno de los autores argentinos más maltratados por la crítica. Ese hombre sensible que rehuía las muchedumbres, disfrutaba la soledad y reconocía enfáticamente la importancia de ser amado, sufrió el martirologio literario de ser considerado un autor menor. Juan Carlos Onetti tuvo palabras durísimas sobre su obra, que paradójicamente comenzaba a ser leída por miles de lectores. En 1978, el diario Le Monde criticó con dureza "El beso de la mujer araña"; apenas tres años más tarde, la obra figuraba entre los cuatro libros en lengua española obligatorios en las universidades francesas. Unos meses antes de su muerte ironizaba: "De ser por los críticos, no hubiera escrito".
Por esos tiempos ya se daba el lujo - no demasiado común en el medio - de vivir de sus derechos de autor. El gobierno de Isabel Perón prohibió algunas de sus obras y la Triple A lo incluyó en sus listas de la muerte. Puig se fue a México, luego a Rio de Janeiro y, más tarde, volvió a los pagos aztecas. Radicado con su madre en Cuernavaca, criticó levemente la adaptación fílmica que Babenco hizo de "El beso de la mujer araña", con Wiliam Hurt y Raúl Juliá, donde su personaje Molina es distorsionado.
En México, donde escribió "Cae la noche tropical", se jactaba de haberse formado en la lectura de Rico Tipo, El Tony y Las Aventuras de Isidoro Cañones. Provocador por reacción, se proclamaba "hijo del folletín" y confesaba que sus autores más admirados eran Abel Santa Cruz y Alberto Migré. A veces, agregaba que sus preferidos eran Severo Sarduy, Cabrera Infantes, Reynaldo Arenas, Borges y Cortázar. Y cuando lo agarraban con la guardia baja reconocía que su literatura tenía una gran deuda con "La sinfonía pastoral" de André Gide y con "Las palmeras salvajes" de William Faulkner.
Poco antes de morir el 22 de julio de 1990 - dejando inconclusa la novela "Humedad relativa 95% - extrañaba a la Argentina. "Mi propio medio - le reconoció a Almada Roche -, mi paisaje natal, la gente de mi pueblo, mi propia familia, me hicieron a su imagen. Pero me rechazan con la misma fuerza, me dejan afuera, hacen de mí un extraño". Y todavía alcanzó a decir antes de su muerte: "Buenos Aires ¿cuándo será el día que me quieras?".
(Publicado en "Tiempo de Arte")